Cuando hace algunos años mi esposa y yo visitamos al eminente neurocientífico evolutivo John Morgan Allman en su laboratorio del Instituto Tecnológico de California (Caltech), lo primero que hizo fue abrir un frigorífico y mostrarnos un impresionante cerebro fresco de elefante de unos 4 kilos de peso. Asombrados, no perdimos la ocasión de preguntarle a tan acreditada autoridad si la inteligencia depende del tamaño del cerebro.