Simon Levin : «Los gobiernos no se preocupan de los problemas que vendrán en 10 años. Las empresas sí»

Por 17/09/2022 septiembre19th, 2022 Portal

Simon Levin (Estados Unidos, 1941) se doctoró en Matemáticas. Sin embargo, pronto su interés derivó en la Ecología y las intrincadas relaciones entre los actores del medio ambiente, desde los animales (incluidas las personas) al paisaje. Sobre todo, y aunque parezca obvio, en cómo el reparto de las especies de una u otra forma influía directamente en la biodiversidad. «Me di cuenta de que no existía mucha teoría matemática que incorporara la dimensión del espacio de la interacción entre especies en modelos. Así que empecé a trabajar en esta línea en los años 70, para construir modelos ecológicos que integrasen la estructura espacial», explica a ABC Levin en la sede de la Fundación BBVA en Bilbao. Su aportación es la base de que entendamos mejor los procesos de fijación de carbono por parte de los bosques, cómo se reparten la vida animal y vegetal en la Tierra, las migraciones de animales o la dispersión de las plantas. Y ha motivado que sea reconocido con el Premio Fronteras del Conocimiento que otorga la fundación en la categoría de Ecología y Biología de la Conservación, el premio más importante en su ámbito. – ¿Qué es exactamente la ecología espacial, su campo? – La Ecología tiene que ver con la relación entre el mundo natural y el físico, pero las primeras teorías no tenían en cuenta la distribución espacial de las especies. Este ámbito tiene unas consecuencias muy importantes como, por ejemplo, cómo se esparcen las enfermedades infecciosas: se trata de comprender cómo una pandemia puede empezar en un sitio tan remoto como Wuhan, en China, y luego expandirse al resto del mundo. – Las nuevas tecnologías se erigen como solución y, a la vez, como problema del planeta. ¿Qué opina usted sobre su potencial? – Son como los medicamentos: resuelve algunos problemas, pero puede crear otros. Aquí es importante ver las escalas de tiempo. La tecnología puede ser una solución rápida a un problema, pero hay que observar las consecuencias. Por ejemplo, eso ya pasó con el agujero de la capa de ozono provocado por los clorofluorocarbonados. Al principio se pensó que estos compuestos eran una opción medioambiental más viable, porque los químicos no eran biorreactivos y no se descomponían. Pero eso generó un problema después, porque el hecho de que no se pudieran descomponer quería decir que se quedaban en la atmósfera, provocando el agujero de la capa de ozono. Así que cualquier tecnología tiene cosas positivas y negativas. Tenemos el potencial de desarrollar nuevas fuentes de energía limpias, como la solar, la eólica. Pero llevará tiempo, quizá dos o tres décadas más, llevar a cabo una transición real. La gente está acostumbrada a conducir grandes coches, y hay lobbies en muchos países, incluyendo por supuesto los EE. UU,. que intentan mantener el carbón y el petróleo como fuentes principales de energía, pero estamos llegando a un punto en el que incluso las grandes compañías energéticas están reconociendo la importancia de invertir en energías que sean más sostenibles y que ayuden al medio ambiente. Por eso soy optimista. MÁS INFORMACIÓN Mark Granovetter: «Que la gente se empareje en internet es algo interesante y confuso a la vez» – Pero todos los informes dicen que tenemos que hacer algo ahora. – Soy optimista porque no queda otra alternativa. No tenemos elección. Soy más pesimista en otras cuestiones, como nuestra capacidad para evitar conflictos armados como el de Ucrania. Sin embargo, en medio ambiente, creo que podemos resolverlo y hacer una buena transición. Es cierto que ya estamos viendo muchas inundaciones, cómo se eleva el nivel del mar, incendios descontrolados o, recientemente, cómo acechan las pandemias. Estas cosas las tenemos ya delante de nosotros y van a causar dolor. Por eso, obligatoriamente, tendremos que llevar a cabo una transición hacia fuentes de energía menos contaminantes y menos dependientes del carbón. También es cierto que ha habido una pérdida importante en biodiversidad; pero si tomamos cartas en el asunto, podemos frenarlo y que no vaya a más. Tengo que creer en esto, porque no hay otra opción. – Usted relaciona la ecología con campos a priori tan alejados como la economía, las relaciones internacionales, el bioterrorismo y las políticas sanitarias. ¿Cómo encajan unos con otros? – Yo me formé como matemático, y los números son una manera de pensar y de reconocer el hecho de que todo a nuestro alrededor son sistemas interrelacionados. Por ejemplo, en lo que compete a la evolución humana, su crecimiento provoca consecuencias en la economía de los recursos o en ciberseguridad. Durante las últimas décadas hemos aprendido mucho acerca de cómo la naturaleza ha resuelto muchos de estos problemas, aunque le haya costado millones de años; podemos tomar ejemplo y aplicarlo. – ¿Qué opina de los gestos individuales como el reciclaje en casa: son realmente efectivos y pueden marcar la diferencia? – Vivimos en sistemas adaptativos complejos. Y esto quiere decir que las personas, los animales o las plantas, forman parte de algo mayor. Nuestro objetivo debe ser el de conservar los bienes públicos, incluido un aire limpio o la biosfera. Y para ello tenemos que entender sus mecanismos y cooperar entre todos. El reciclaje y otras prácticas parecidas, evidentemente son importantes. Pero tenemos que tener cuidado de no utilizarlo como una excusa y decir ‘reciclo mis botellas y, por lo tanto, ya he hecho mi parte’. No nos tenemos que quedar en las pequeñas acciones y dejar de lado problemas más grandes. Son necesarios acuerdos regionales, estatales, incluso globales, en los que todos aportamos algo en aras de un bien mayor. Y esto no va a ser nada fácil, porque nuestras sociedades son sistemas políticos muy polarizados. Una de mis preocupaciones tiene que ver con las tendencias crecientes hacia el populismo y ese ‘mi país en primer lugar’. Esto ha quedado totalmente refutado tras la pandemia: no se puede controlar una situación así simplemente atendiendo a tu propio país si tus países vecinos también están sufriendo lo mismo. – ¿Cree que los gobiernos tienen el poder de revertir el cambio climático o la clave la tienen más las empresas y los grandes lobbies que mencionaba antes? – Las compañías tienen que actuar en su propio interés. Pero por eso mismo tienen que darse cuenta que el paisaje va a ser muy distinto de aquí a 20 años. Y no sirve de nada que una petrolera, por ejemplo, tome medidas si el resto de su ámbito no lo hace. Necesitamos colaborar entre todos. A menudo siento que puede haber cooperación entre las empresas más que entre los países, porque operan a nivel internacional y a largo plazo; sin embargo, los gobiernos operan más a corto plazo, y no se preocupan de todos los problemas de dentro de 10 años. Creo que las empresas se están dando cuenta y algunas pueden hacer las cosas más rápido que otras. Aunque las energéticas tardarán más. Y da igual que lo hagan por moral o por conveniencia, simplemente hay que convencerlas de que hacer las cosas como siempre no va a funcionar mañana. – Y poniendo el foco más en lo singular, en las personas. ¿Cree que la sociedad está realmente concienciada con el problema? – La respuesta es que en general no; pero hay encuestas en diferentes países respecto a la actitud de la gente frente al cambio climático y si podemos hacer algo al respecto, y las respuestas difieren mucho de un estado a otro. Por ejemplo, en EE. UU. hay encuestas que dicen que el 70 o 75 por ciento de la población ve el cambio climático como un verdadero problema. Son porcentajes muy altos, pero no son suficientes. Y, desgraciadamente, a pesar de estos datos y de los incendios o las inundaciones, no he visto muchos cambios. Aquí es donde tienen que entrar en juego los políticos y las compañías. – ¿Hay que vivir al lado de un glaciar derritiéndose para ser conscientes del daño que estamos haciendo a nuestro planeta? – Si vives en Quebec, por ejemplo, puedes pensar que el calentamiento es algo bueno, porque los inviernos no sean tan crudos. Pero si vives en la zona del cinturón verde de EE. UU., por ejemplo en California, y ves que no hay bastante agua y hay incendios descontrolados, los efectos de todo esto sobre la agricultura, puede que seas más consciente. De hecho, creo que los efectos que veamos en zonas con climas más cálidos van a tener un mayor efecto en la población. Por ejemplo, mi equipo trabaja con pequeños pescadores de climas templados que están viendo cómo las especies de peces están disminuyendo o yéndose hacia otras zonas. Sus vidas están claramente empeorando. Y esto va a seguir ocurriendo si no hacemos algo.