El filósofo Adam Smith, considerado el padre de la economía moderna, en La riqueza de las naciones (1776) trató la economía de forma sistemática como un subcampo de la ética. Obviamente, la economía se halla estrechamente vinculada a ideas de justicia y equidad, a ideas políticas, y con ello éticas, de progreso o crecimiento. Esas ideas determinan los principios bajo los que la creación de riquezas y recursos son permisibles. Y estos principios determinan que no todo vale con tal de que se produzca riqueza, independientemente del tipo de economía que rija en un país.