Entre sueños, pero despierta; con los ojos abiertos y sin perder la consciencia, Ani, de 36 años, busca unos ojos amigos entre la multitud de sanitarios que van y vienen a su alrededor en el quirófano de neurocirugía del Hospital del Mar de Barcelona. “Tranquila, todo va bien”, le susurra un enfermero a sus pies. “¡Lo estás haciendo muy bien, Ani!”, alza la voz la doctora Gloria Villalba, la neurocirujana al frente de la intervención, mientras le pincha anestésico sobre la circunferencia del cráneo. No es habitual que un paciente esté despierto en el quirófano, pero esta vez no hay más remedio. Quedan seis horas por delante, con el cráneo abierto en la sala de operaciones, y Ani, completamente lúcida, tiene que estar tranquila para cooperar con los médicos: sin su ayuda, todo se puede ir al traste.