La gente es capaz de renunciar al dinero a cambio de no escuchar a gente con ideas contrarias a las suyas

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La gente es capaz de renunciar al dinero a cambio de no escuchar a gente con ideas contrarias a las suyas

El sesgo de confirmación consiste abrazar una creencia y buscar solo la información que la respalde, evitando en lo posible la información que la ponga en duda.

Esto incluye, naturalmente, a las personas que generan ideas que entran en conflicto con nuestro andamiaje ideológico. Es decir, que la mayor brecha del tribalismo político (derechas-izquierdas) no se debe tanto a argumentos racionales como a este sesgo.

Ni por dinero te escucho

Las cámaras de eco algorítmicas de las redes sociales, de hecho, no son la causa del aumento de la brecha Nosotros-Ellos, sino que es el reflejo: los algoritmos se adaptan como un guante a nuestro sesgo de confirmación. Es decir: nos dan lo que queremos, lo que necesitamos.

Y evitan darnos lo que no queremos oír, lo que no queremos atender, lo que nos molesta, los que nos irrita, lo que podría socavar nuestro precioso edificio ideológico (alto e inestable como un castillo de naipes, en realidad).

Tanto es así que hasta estamos dispuestos a perder la oportunidad de ganar una suma de dinero con tal de no estar expuestos a las ideas de Ellos. No todos, pero sí una significativa mayoría.

Concretamente, según revela este estudio, hasta dos tercios de las personas (tanto liberales como conservadores) renunciaron a la posibilidad de ganar dinero extra para así no tener que escuchar a la otra parte. Y no lo hacían porque ya supieran lo que los otros iban a decir, sino porque les molestaba, podía crear frustración o requeriría demasiado esfuerzo.

La aversión se aplicó a temas como el matrimonio entre personas del mismo sexo, las elecciones, la marihuana, el cambio climático, las armas y el aborto.

Dicho de otro modo, cual corolario: las personas comprometidas ideológicamente están igualmente motivadas para evitar información transversal a nivel ideológico.

Dunbarsnumber

Nos encantan, pues, las burbujas ideológicas, también porque nuestro cerebro no está cableado para asimilar grandes cantidades de personas (y muchos menos que sean muy distintas de nosotros).

Por eso, en el mundo real, donde somos siete mil millones de personas, resulta tan ridículo ver a una persona que dice cosas como «siempre me pasa lo peor a mí». Pero ocurre, porque, además del sesgo de confirmación, también estamos cruzados por un profundo sesgo egoísta y narcisista, tal y como podéis ver en el siguiente vídeo:


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fue publicada originalmente en

Xataka Ciencia

por
Sergio Parra

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La maleta con ruedas o cómo los inventos solo florecen cuando hay contexto

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La maleta con ruedas o cómo los inventos solo florecen cuando hay contexto

Los inventos son, en muchas ocasiones, proyectos que se quedan en el cajón o la sala de reuniones porque nadie apuesta por ellos. Porque nadie entiende que sean inventos verdaderamente interesantes.

El ejemplo paradigmático de ello fue el invento de las maletas con ruedas incorporadas que, a pesar de tener muchas décadas detrás, no se convirtió en un invento popular hasta la década de 1990.

Northwest Airlines

En la década de 1990, un piloto de Northwest Airlines, Robert Plath, inventó el exitoso modelo Rollaboard, que incorporaba ruedas y también un mango rígido y plegable. Fue una epidemia. De repente, todo el mundo sustituyó sus antiguas maletas por estas nuevas.

Sin embargo, el invento no era nuevo: simplemente había aparecido en el momento idóneo. En 1972, por ejemplo, Bernard Sadow ya había lanzado una maleta con ruedas, aunque no incluía un mango, sino que la hizo colgar de una correa de cuero que, en la práctica, hacía que la maleta tendiera a desplazarse de lado.

Luggage With Strap

Pero un siglo antes, en 1887, ya parece haber alguna patente de maleta similar. Y en un artículo de prensa de 1951, John Allay May explica sus intentos de fabricar y vender una maleta con ruedas desde 1932, tal y como lo transcribe Robert J. Shiller en su libro Narrativas económicas:

Y se reían. Yo me ponía muy serio. Pero se reían, todos ellos. Cuando explicaba a cualquier organización una futura aplicación de la teoría de las ruedas, se expresaban como si aquello les produjera un soporífero aburrimiento (¿por qué no aprovechar al máximo la rueda? ¿Por qué no hemos equipado a las personas con ruedas? (…) Calculo que le he presentado este concepto a 1.500 personas y a 125 organizaciones. Mi esposa se cansó de escucharme en 1937. El único hombre que me tomó en serio fue un inventor que vivió por un tiempo en mi barrio. El problema es que nadie le tomó en serio.

Nadie sabie muy bien por qué, finalmente, la maleta con ruedas cuajó. Quizá fue algo en el diseño. O el mango rígido. Pero Shiller sospecha que el secreto es el glamur:

En los intentos anteriores, las maletas con ruedas se veían como un artefacto un tanto ridículo. Sus anuncios en la prensa de 1991 vinculaban la narrativa de la Rollaboard a las compañía aéreas, que en 1990 se consideraban más glamurosas que ahora. (…) La epidemia de las maletas con ruedas se avivó cuando tripulaciones de pilotos y personal de cabina adoptaron de forma generalizada el modelo Rollaboard. Los pasajeros veían a lo profesionales de la aviación, con su aspecto distinguido, caminando por los aeropuertos con sus innovadoras maletas.

Al fin y al cabo, las ideas forman parte más de un ecosistema que de un cerebro: si el ecosistema no acompaña, la idea no solo tarda más en florecer, sino en arraigar y empezar a ser de uso común, lo que finalmente interviene no en la propagación de la idea, sino en su mera concepción. Por ello, precisamente, en las ciudades viven más personas innovadoras que en el campo.


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