Neuroscientists have looked really hard.
Médicos del Mundo y la Sociedad Española de Salud Pública, entre otras, se unen al medio centenar de sociedades médicas que apoyan a los firmantes de la carta en ‘The Lancet’, que estudian ampliar la recogida de firmas al mundo científico y sanitario
Las personas que se identifican como más atractivas es más probable que se identifiquen, también, como conservadoras. Por el contrario, quienes se perciben como menos atractivos, tienden a estar en el otro lado del espectro político.
Es al menos lo que sugiere el siguiente estudio realizado por investigadores de la Universidad de Illinois.
Razones
En el estudio citado se usaron medidas de atractivo a través de múltiples encuestas, y se examinó la relación entre el atractivo y las creencias políticas. Controlando el estatus socioeconómico, se halló que los individuos más atractivos tienen mayor probabilidad de reportar niveles más altos de eficacia política, identificarse como conservadores e identificarse como republicanos.
Estos hallazgos sugieren un mecanismo adicional para la socialización política que tiene más implicaciones para comprender cómo el cuerpo se entrelaza con la naturaleza social de la política.
Naturalmente, estamos ante una correlación, y también frente a cuestiones autopercibidas como la belleza física o la orientación política. Sin embargo, podemos lanzar algunas hipótesis a propósito de que alguien más atractivo tienda a ser más conservador o republicano y alguien menos atractivo más progresista o demócrata. Por ejemplo, si eres físicamente más atractivo también tienes más confianza en ti mismo. Más confianza significa más autosuficiencia y más deseo de seguir a las personas que ejercen el poder.
Investigaciones anteriores muestran que las personas guapas generalmente son tratadas mejor, logran un estatus social más alto y ganan más dinero, lo que influye en que perciban el mundo como un lugar más justo que las feas. Los psicólogos sociales se refieren a esto como efecto halo, o cuando los rasgos positivos influyen en la opinión general de una persona sobre una persona.
Este punto ciego impide que las personas atractivas vean la necesidad de la intervención del gobierno, un elemento central de la política de izquierda. Según uno de los autores del estudio, Peterson:
La mejor manera de describir nuestros resultados es que, si se toman dos individuos que comparten características similares como edad, ingresos y educación, pero que difieren en atractivo, nuestros resultados muestran que un mayor atractivo se correlaciona con ser más eficaz y más conservador que el individuo similar que es menos atractivo. Esto no es determinista; todas las personas atractivas no son conservadoras y todas las personas poco atractivas no son liberales.
Peterson y Palmer tomaron datos de las encuestas de Estudios Nacionales Estadounidenses de 1972, 1974 y 1976 que pedían a las personas que evaluaran la apariencia de los demás. Estos resultados se compararon con el Estudio Longitudinal de Wisconsin que se centró en las características físicas de más de 10.000 estudiantes de secundaria que fueron calificados por otros en su nivel de atractivo. Dada la mayor influencia social de las personas atractivas, Peterson ha señalado que sus hallazgos podrían tener implicaciones más profundas. Las personas con mejor apariencia ‘pueden tener influencia política sobre otras en sus redes sociales, independientemente de sus niveles reales de conocimiento político efectivo’.
Lo contrario, dijo Peterson, es que ‘aquellos que no son bendecidos con buena apariencia tendrán menos probabilidad de sentirse empoderados, de participar en política, de buscar reparación por agravios o de ejercer sus derechos políticos’.
Si los conservadores son más atractivos que sus oponentes liberales o de izquierda, los partidos de derecha pueden terminar con una ventaja en época de elecciones.
Investigaciones recientes sugieren que los candidatos de tendencia conservadora en Estados Unidos y Europa son, de hecho, objetivamente más atractivos físicamente en promedio que sus contrapartes de izquierda, lo que en algunas condiciones conduce a una ventaja electoral.
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La noticia
Las personas más feas tienden a ser progresistas, las más guapas, conservadoras
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Xataka Ciencia
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Sergio Parra
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Marcelo Gleiser se ha convertido en el primer latinoamericano en ganar el Premio Templeton, que se otorga por ‘contribución a la afirmación de la dimensión espiritual de la vida’.
En una entrevista sobre el premio, este profesor de física de Dartmouth College argumentó que el ateísmo es ‘inconsistente con el método científico’.
¿Qué es el ateísmo?
Literalmente, Gleiser argumentó de esta guisa:
Creo que el ateísmo es incompatible con el método científico. Lo que quiero decir con eso es, ¿qué es el ateísmo? Es una declaración, una declaración categórica que expresa la creencia en la incredulidad. ‘No creo, aunque no tengo pruebas a favor o en contra, simplemente no creo’. Punto. Es una declaración. Pero en la ciencia realmente no hacemos declaraciones. Decimos, ‘Está bien, puedes tener una hipótesis, tienes que tener alguna evidencia en contra o a favor de eso’. Y entonces un agnóstico diría, mira, no tengo evidencia de Dios ni de ningún tipo de dios (¿Qué dios, en primer lugar? ¿Los dioses maoríes, o el dios judío, cristiano o musulmán? ¿Qué dios es ese?). Por otro lado, un agnóstico no reconocería ningún derecho a hacer una declaración final sobre algo que no conoce.
Gleiser nos recuerda que estamos en una ‘isla del conocimiento’ en medio de un ‘océano de lo desconocido’. A medida que avanza el conocimiento, nos volvemos más conscientes de lo que no sabemos.
Habida cuenta de todas las veces que los científicos han dicho algo ya era seguro y luego se ha descubierto que no era así, bien podría resultar que la afirmación ‘no hay Dios’ podría terminar siendo similar a decir, ‘Ningún globo ni ningún avión podrá volar en el futuro’ hace un siglo. De manera similar, el escepticismo de la afirmación ‘X no existe’ también es importante en ciencia ya que ‘X’ podría aparecer algún día.
Hay que definir el ateísmo
Gleiser tiene razón. Pero la tiene porque está definiendo el escepticismo y, por extensión, el ateísmo de una forma muy restringida. Seguramente hay personas ateas y escépticas que razonan de esa manera, pero el ateísmo también se define como «no pienso en esta hipótesis porque no me aporta nada para resolver los problemas a los que me enfrento». Es decir, que uno es ateo respecto a dios como no cree tampoco que vive en un plató de televisión y está siendo engañado continuamente, o que vive en un sueño, o que un mago le ha hechizado y no sabe nada sobre el mundo real, o que incluso todo lo que sale en el cine es verdad pero el gobierno lo oculta.
Ser agnóstico sería afirmar que todo es posible. Y eso es obvio. Todo es posible. Pero admitir que todo es posible no es lo mismo a introducir todas las posibilidades (todas y cada una de ellas, hasta el infinito) a la hora de reflexionar sobre cómo funciona el mundo. Sencillamente, tratando de escalar el monte de conocimiento paso a paso, propiniendo hipótesis humildes que podamos ir comprobando progresivamente. Proponer la hipótesis de dios es sencillamente fijarnos ya en la cumbre, en lo más alto del conocimiento posible, y proponer una explicación total sobre todo. Entonces ¿cabe mayor muestra de atrevimiento e inoperancia que proponer una hipótesis que lo explica todo?
O dicho de otro modo: los ateos también son agnósticos: por supuesto que no saben con seguridad absoluta que dios no existe, como no saben nada de forma absoluta. Lo que propone el ateísmo es que resulta una hipótesis demasiado vaga y atrevida, amén de poco práctica, andándose preguntando si dios existe, si existen cuatro mil dimensiones paralelas, o si en realidad estamos en un circo extraterrestre entreteniendo a las masas sin ser consciente de ello.
Todo eso es posible, pero ¿acaso perdemos el tiempo dirimiéndolo? No. Primero hay que falsar muchas otras hipótesis mucho más plausibles y, sobre todo, asequibles para nuestro estrecho espacio de conocimiento.
Bertrand Rusell lo explicó muy bien con su famosa tetera. Si bien sigue siendo cierto que la humildad puede ser algo bueno, que no sabemos lo que no sabemos y que es imposible probar la afirmación negativa de que ‘Dios no existe’, Bertrand Russell nos recuerda que podemos ser racionales al decir que no creemos en algo de lo que no podemos refutar la existencia:
Debo llamarme agnóstico; pero, para todos los propósitos prácticos, soy ateo. No creo que la existencia del Dios cristiano sea más probable que la existencia de los dioses del Olimpo o Valhalla. Para tomar otro ejemplo: nadie puede probar que no hay entre la Tierra y Marte una tetera de porcelana que gira en una órbita elíptica, pero nadie cree que esto sea lo suficientemente probable para ser tomado en cuenta en la práctica. Creo que el Dios cristiano es igualmente improbable.
Lo que Russell está diciendo es que el hecho de que un punto que se afirma sin evidencia no pueda ser refutado no significa que no sea razonable pensar que no es cierto. Además, Russell coloca la carga de la prueba en la persona que hace la afirmación positiva (Dios / la tetera existe) y no en la persona que cuestiona esa afirmación.
El astrónomo Carl Sagan propuso un argumento similar sobre la existencia de un dragón en su garaje en su libro El mundo y sus demonios:
Suponga que en serio le hago tal afirmación. Seguramente querrá comprobarlo, verlo usted mismo. Ha habido innumerables historias de dragones a lo largo de los siglos, pero ninguna evidencia real. ¡Qué oportunidad! ‘Muestramelo’, dices. Te llevo a mi garaje. Miras dentro y ves una escalera, latas de pintura vacías, un viejo triciclo, pero ningún dragón. ¿Dónde está el dragón?, preguntas. ‘Oh, ella está aquí’, respondo, agitando vagamente. ‘Olvidé mencionar que ella es un dragón invisible.’ Propones esparcir harina en el suelo del garaje para capturar las huellas del dragón. ‘Buena idea’, digo, ‘pero este dragón flota en el aire’. Luego, usarás un sensor de infrarrojos para detectar el fuego invisible. ‘Buena idea, pero el fuego invisible tampoco tiene calor’. Pintarás con aerosol al dragón y lo harás visible. ‘Buena idea, pero es un dragón incorpóreo y la pintura no se pega’. Y así. Contrarresto cada prueba física que propongas con una explicación especial de por qué no funcionará.
¿Cuál es la diferencia entre un dragón flotante, incorpóreo e invisible que escupe fuego sin calor y ningún dragón? Si no hay forma de refutar mi argumento, ningún experimento concebible que cuente en su contra, ¿qué significa decir que mi dragón existe? La incapacidad para invalidar una hipótesis no es en absoluto lo mismo que probarla como cierta. Las afirmaciones que no pueden ser probadas, las afirmaciones inmunes a la refutación son verdaderamente inútiles, sea cual sea el valor que puedan tener para inspirarnos o para excitar nuestro sentido de asombro.
Sagan, como Russell, sostiene que la carga de la prueba recae en la persona que hace la afirmación. Dado que no hay evidencia del dragón, no es anticientífico decir que uno no cree que el dragón esté allí.
¿Es ir demasiado lejos afirmar que Dios no existe? Eso depende de dónde desees colocar la carga de la prueba y cuánta evidencia (o la falta de ella) se necesita para realizar tal afirmación. Dado que estamos hablando de Dios (lo más alucinantemente sobrenatural de lo que tenemos constancia), tal vez deberíamos pedir, como mínimo, millones y millones de pruebas y quintales de evidencia. Más que en cualquier otra cosa que hayamos podido descubrir en toda la historia de la humanidad. Porque afirmar que dios existe es tan atrevido como decir que existe el paródico Monstruo Monstruo de Espagueti Volador.
O dicho de otro modo: hasta los físicos laureados deberían estudiar un poco más de epistemología.
Corolario propuesto en el siguiente vídeo: no creas en nada que no esté probado, y propón hipótesis que se puedan falsar (dios no es una de ellas porque ni siquiera sabemos qué es, solo es una palabra humana para referirnos a lo incognoscible):
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El ateísmo es incompatible con el método científico, según este físico ganador del Premio Templeton
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Sergio Parra
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Un grupo de economistas de la Universidad de Yale no han hallado evidencia de que los beneficios por desempleo semanales de 600 dólares que el Congreso de EEUU autorizó en marzo hayan reducido el empleo.
Los resultados de los estudios desafían directamente una afirmación hecha con frecuencia por legisladores republicanos y miembros de la administración Trump de que los pagos adicionales por desempleo disminuyen el deseo de las personas de volver a trabajar.
Ley CARES
Los beneficios ampliados de la Ley CARES, un paquete de estímulo de 2,2 billones de dólares aprobado en marzo, expirarán el 31 de julio. Y no está provocando una ola de holgazanería, como muchos piensan.
Los hallazgos del estudio citado sugirieron que, en conjunto, los beneficios ampliados ‘ni alentaron los despidos durante el inicio de la pandemia ni disuadieron a las personas de regresar al trabajo una vez que las empresas comenzaron a reabrir’.
Los investigadores señalaron que los trabajadores que recibieron mayores aumentos en sus beneficios de desempleo en relación con sus salarios no experimentaron mayores disminuciones en el empleo después de la promulgación de la Ley CARES.
Los investigadores utilizaron datos semanales de Homebase, una empresa que proporciona software de horarios y programación a pequeñas empresas en Estados Unidos. El Banco de la Reserva Federal de Chicago encontró una tendencia similar, según MarketWatch.
‘Quienes actualmente reciben beneficios buscan con más del doble de intensidad que quienes han agotado sus beneficios’, señaló el estudio, que se publicó en junio.
El estudio de la Fed de Chicago también señaló que los beneficios por desempleo generalmente duran seis meses y que a las personas se les paga alrededor del 35% de su salario semanal en promedio.
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Las ayudas de 600 dólares para el desempleo no han hecho que la gente trabaje menos en Estados Unidos
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Sergio Parra
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