La sonda Orbitador Solar ha fotografiado la superficie solar a una distancia de solo 77 millones de kilómetros. Esas imágenes revelan la existencia de unas pequeñas estructuras no observadas antes.
Una de las razones morales por las que muchas personas rechazan comer carne es que los animales sufren. Por ello, resulta un dilema moral muy interesante (sobre todo porque podría producirse dentro de poco) el preguntarse si entonces muchas de esas personas optaría por comer carne que «desea ser comida» o «siente placer en vez de dolor».
Es lo que plantea, por ejemplo, el filósofo Julian Baggini en su libro titulado, precisamente, El cerdo que quería ser jamón.
El pollo con conciencia de zanahoria
Si gracias a la ingeniería genética logramos concebir pollos con el mismo nivel de conciencia que una zanahoria, ¿habría algo moralmente cesnurable a la hora de comérselas? ¿Qué habría de malo de privar a esos pollos de una existencia de la que nunca han sido conscientes?
También cabría la posibilidad de convertir el dolor de un cerdo en un matadero en simple placer. ¿Nos podríamos comer una criatura así? ¿Y si el cerdo deseara formar parte de un banquete de salchichas, jamón o bacon crujiente? ¿Le podríamos negar tal deseo, tal aspiración, tal placer orgásmico… máxime si nosotros también lo sentimos comiendonos su carne en un claro win-win?
El escritor de ciencia ficción satírica Douglas Adams imaginó algo así en El restaurante del fin del mundo, donde su protagonista, Arthur Dent, se sentía horrorizado ante la perspectiva de poderse comer una cerda llamada Priscilla con la que había confraternizado la semana anterior. La cerda, de hecho, era inteligente y podía hablar. Pero también quería, necesitaba ser comida. Dent no quiere, pero Zaphod Beeblebrox le objeta que ¿no será con toda seguridad «mejor que comerse un animal que no quiere que se lo coman».
También podríamos replicar que estamos violando el orden natural de las cosas. O que simplemente sentimos asco moral. No obstante, a lo primero podemos afirmar que la propia agricultura también trastoca el orden natural, porque se seleccionan y producen variedades para que crezcan de forma masiva, atentando además contra el medioambiente. A lo segundo que, en sus inicios, también la mayoría de nosotros sentíamos asco moral por los trasplantes o las transfusiones, pero ya no es así: podemos educar nuestro asco.
¿Vosotros qué opináis? ¿Cómo abordaríais este dilema? ¿Sería el fin de vegetarianismo? Abundo un poco en este dilema (comiendo carne) en el siguiente vídeo:
–
La noticia
¿Te comerías un pollo que no siente dolor? ¿Y un cerdo que desea ser comido?
fue publicada originalmente en
Xataka Ciencia
por
Sergio Parra
.
Según un estudio publicado en la revista Biology Letters, las ostras son una de las criaturas que viven en sincronía con la luna, ya que el ciclo lunar influye en la amplitud de la apertura de sus conchas.
Reloj biológico
Tras rastrear 12 ostras del Pacífico, Crassostrea gigas, que se sumergieron a lo largo de la costa francesa, se observaron cuidadosamente a través de tres ciclos lunares, cada uno de los cuales dura 29,5 días. Utilizando electrodos, midieron la amplitud con la que las ostras abrieron sus conchas cada 1,6 segundos, y luego compararon esos datos con datos sobre el ciclo de la luna.
Descubrieron así que las ostras prestaban atención a las fases de la luna: a medida que la luna crecía o se llenaba, las ostras estrechaban sus conchas, sin cerrarlas nunca por completo. Y cuando la luna comenzó a menguar, o retrocedió a la fase de luna nueva, volvieron a abrir sus conchas.
Lo que eso sugiere es que las ostras pueden depender de un reloj lunar interno en lugar de señales directas, como la intensidad de la luz de la luna. Si ese fuera el caso, abrirían sus conchas por igual durante el primer cuarto de luna y el último cuarto de luna ya que la intensidad de la luz sería similar. Pero las ostras reaccionaron de manera diferente a esas fases, lo que sugiere que están siguiendo un calendario interno en lugar de reaccionar a la luz de la Luna.
Pero ¿por qué las ostras se preocupan por las fases de la luna? Laura Payton, coautora del estudio de la Universidad de Burdeos, señala lo siguiente:
Sabemos que las ostras abren sus válvulas cuando hay comida, e investigaciones anteriores han demostrado que el movimiento del plancton, que las ostras filtran del agua de mar y consumen, está influenciado por la luz de la luna.
Las ostras no son las únicas criaturas que siguen ciclos lunares. Socenas de especies de coral usan la luz de la luna como una señal para liberar sus fajos de huevos y esperma. Algunas especies de cangrejos también usan la intensidad de la luz de la luna para indicar el inicio de sus migraciones de apareamiento. El salmón, el calamar y el plancton también sincronizan sus ciclos de vida con la luna.
–
La noticia
Las ostras abren y cierran sus caparazones sincronizadas con las fases de la Luna
fue publicada originalmente en
Xataka Ciencia
por
Sergio Parra
.
¿Matar a una persona para evitar la muerte de diez? ¿Torturar a una víctima para evitar que otro la torture de forma más cruenta? ¿Cometer alguna ilegalidad porque finalmente otra persona la acabara cometiendo igual? Todos ellos son dilemas, irresolubles mediante la lógica, que se resuelven bajo el prisma moral del consecuencialismo.
El consecuencialismo, pues, sostiene que la moralidad de una acción depende solo de sus consecuencias (el fin justifica los medios)
Ética teleológica
El consecuencialismo, o ética teleológica, se refiere a todas aquellas teorías de la ética normativa que sostienen que la corrección o incorrección de nuestras acciones está determinada por el valor o desvalor que ocurre debido a ellas. También se le conoce como ética consecutiva, ya que se basa el juicio de los actos en sus consecuencias, y se opone a la éticas deontológicas, que sostienen que la moralidad de una acción es independiente del bien o mal generado a partir de ella.
Jeremy Bentham, padre del utilitarismo, una de las principales teorías consecuencialistas.
Un tipo de ética teleológica, el que quizá más nos interesa cuando valoramos moralmente una cuestión cotidiana, es el utilitarismo, es decir: una acción es moralmente correcta si predominan los resultados favorables sobre los indeseables, independientemente de quiénes sean los beneficiarios. Por tanto, la mejor acción posible es aquella que produce el mayor bien; tal y como sería medido por un observador imparcial.
En contra de las éticas consecuencialistas se ha argumentado que es imposible estimar completamente las consecuencias de una acción, por lo que es difícil alcanzar juicios seguros sobre estas. Así que, en vez del consencuencialismo, otros apuestan por la ética de la virtud: sostener unos principios éticos intocables, suceda lo que suceda (incluso aunque sea malo para uno o malo para todos).
Naturalmente, ninguno de nosotros adopta una u otra forma de conducirse por el mundo de forma absoluta, sino que bascula de uno a otro extremo en función de las circunstancias y, también, de sus propias matrices morales. La teoría de las matrices morales o los fundamentos morales fue propuesta por primera vez por los psicólogos Jonathan Haidt y Craig Joseph, en base al trabajo realizado por el antropólogo cultural Richard Shweder, y ha sido subsecuentemente desarrollada por un diverso grupo de colaboradores, y popularizada en el libro de Haidt titulado La mente de los justos.
Nuestros matrices morales también nos inclinan a adoptar toda clase de decisiones, incluidas las políticas (desde nuestra posición al aborto a si escoramos hacia la izquierda o la derecha).
No hay ninguna posición correcta. Todo se puede debatir y sopesar. Sin embargo, para saber hasta qué punto podéis sentir asco moral o no al obrar de forma consecuencialista, os propongo a continuación un pequeño dilema moral al respecto:
–
La noticia
¿Hasta qué punto el fin puede justificar los medios? Todo depende de tu matriz moral
fue publicada originalmente en
Xataka Ciencia
por
Sergio Parra
.
La monotonía excesiva aburre y desconcentra, al igual que el ruido excesivo. Hay que lograr ir basculando de un extremo al otro. Incluso en cuanto a fuentes tipográficas se refiere (en esta misma entrada verés varios tamaños y negritas, por ejemplo, amén de algún enlace).
Es lo que descubrió un grupo de psicólogos que acordó con diversos profesores reformatear los materiales pedagógicos que empleabab.
Tres fuentes inusuales
El estudio involucró a estudiantes reales en aulas reales en Chesterfield, Ohio. Los investigadores comenzaron obteniendo material de clases complementarias, como presentaciones de PowerPoint, folletos y hojas de trabajo, de una variedad de profesores. Los temas incluyeron inglés, física, historia y química.
La mitad de las clases, seleccionadas al azar, siguieron con los mismos libros. A la otra mitad les entregaron los mismos libros pero reformateados con cada una de estas tres fuentes tipográficas inusuales, como Hattenschweller, Monotype corsiva y Comic Sans Italicised.
Claramente son fuentes que, a primera vista, distraen y parecen absurdas, sobre todo en el caso de la Comic Sans. Sin embargo, estas fuentes obligaron a los estudiantes a prestar atención, a calmarse y pensar en lo que estaban leyendo
Las clases que finalmente habían hecho uso de estas fuentes tipográficas extrañas, pues, acabaron sacando mejores notas en los exámenes finales del semestre.
Este estudio demostró que la retención de material por parte de los estudiantes en una amplia gama de materias (clases de ciencias y humanidades) y los niveles de dificultad (regular, honores y colocación avanzada) se pueden mejorar significativamente en entornos naturales al presentar el material de lectura en un formato un poco más difícil de entender. Si un simple cambio de fuente puede incrementar significativamente el rendimiento de los estudiantes, uno sólo puede imaginar la cantidad de intervenciones cognitivas beneficiosas que esperan ser descubiertas.
–
La noticia
Cómo el uso de fuentes tipográficas distintas permite que el lector se concentre más
fue publicada originalmente en
Xataka Ciencia
por
Sergio Parra
.
Clasificado en un primer análisis como una fractura, el osteosarcoma ocupa gran parte del peroné del animal.
Muchos de los mejores trabajos que logramos en nuestra vida no llegan tras una búsqueda exhaustiva a través de bolsas de trabajo, sino tirando de contactos. Sin embargo, aunque resulte contraintuitivo, los contactos menos íntimos, los lazos más débiles, son los que proporcionan las mejores oportunidades.
Es lo que ya constató en 1973 el sociólogo estadounidense Mark Granovetter, en lo que vino a llamar la «fortaleza de los lazos débiles».
Estructura de la red social
Lo que hizo Granovetter fue estudiar la estructura de la red social de quienes tenían un buen trabajo. Lo que descubrió es que los mejores trabajos procedes de contactos personales, sí, pero distantes, como viejos conocidos de la universidad o colegas de un trabajo anterior.
Estudios más recientes que se han basado en el registro de millones de teléfonos móviles respaldan la tesis de Granovetter: los lazos más importantes, muchas veces, son los más débiles. Tal y como abunda en ello Tim Harford en su libro El poder del desorden:
En retrospectiva, este hallazgo aparentemente paradójico es obvio. En una camarilla todos se conocen y se contarán los mismos chismorreos. Pero cuanto más periférico sea el contacto, más probabilidades habrá de que cuente algo nuevo.
–
La noticia
La fortaleza de los lazos débiles o cómo se encuentran los mejores trabajos
fue publicada originalmente en
Xataka Ciencia
por
Sergio Parra
.
Según un equipo de investigación internacional, dirigido por Dominique Grandjean en la Escuela Nacional de Veterinaria de Alfort de Francia, que ha estado entrenando perros para detectar rastros del nuevo coronavirus (SARS-CoV-2) en el…
Las plantas ignoran la parte más rica en energía de la luz solar porque la estabilidad importa más que la eficiencia, según un nuevo modelo de la fotosíntesis.
El iagnóstico de un cáncer de hueso maligno agresivo, un osteosarcoma, por primera vez en un dinosaurio ha sido posible gracias la colaboración dirigida por el Royal Ontario Museum (ROM) y la Universidad McMaster, en Canadá.
El halla…