Llevar puesta la mascarilla al aire libre y metérsela en el bolsillo al entrar en un bar es como llevar puesto el casco para caminar y quitárselo para montar en moto. Sin embargo, esa paradoja es habitual en países como España, con normativas que imponen la mascarilla al aire libre, pero hacen excepciones en los interiores de restaurantes y oficinas. Cada vez son más los expertos de primera línea que cuestionan estas medidas contradictorias, como el epidemiólogo Marc Lipsitch, director del Centro de Dinámicas de las Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Harvard (EE UU). “Generalmente soy muy radical en la defensa de las normas con un beneficio claro, pero ponerse la mascarilla al aire libre tiene costos importantes y realmente no hay evidencias de sus beneficios”, advirtió Lipsitch este lunes.