Cómo murió Miguelón, el hombre fornido de Atapuerca

Por 05/06/2022 Portal

Hace 430.000 años, una treintena de individuos entre hombres, mujeres y niños, deambulaba de aquí para allá buscándose la vida por lo que hoy es la sierra burgalesa de Atapuerca. Robustos, musculados y buenos corredores, cooperaban para cazar bisontes, competían por las presas de igual a igual con leones, lobos o panteras y se enfrentaban con violencia a otros grupos. Debían de conocer muy bien el estrés porque un día cualquiera era una penitencia. Las muertes traumáticas, la enfermedad y el dolor eran frecuentes, como reflejan los fósiles encontrados, pero los mismos restos también hablan de episodios de cooperación, compasión y diálogo —se ha demostrado que hablaban—, atributos de una humanidad innegable.

El más famoso de la tribu es, sin duda, Miguelón, como se conoce popularmente al Cráneo 5 hallado hace ahora treinta años en la Sima de los Huesos. Atribuido a un Homo heidelbergensis, antepasado de los neandertales, se expone en el Museo de la Evolución Humana de Burgos. Desde hace poco, como novedad, se han añadido sus siete vértebras cervicales. El cráneo fósil es el más completo del mundo y una de las piezas más importantes para conocer cómo vivían los primeros homínidos que habitaron Europa, pero aún guarda el misterio de cómo murió su dueño. Existen dos versiones encontradas, con partidarios y detractores, pero igualmente apasionantes.

El golpe

La primera, defendida desde hace tiempo, empieza con un puñetazo, un choque, una pedrada. Miguelón recibe un golpe muy fuerte, quizás por una caída o propinado por un congénere con malas intenciones, en el lado izquierdo de la cara. El mamporro «provocó el aplastamiento del hueso maxilar y afectó al alveolo dentario, de forma que una pieza dental se rompió, se infectó y derivó en septicemia, una infección causada por la irrupción de bacterias en el torrente sanguíneo», explica Ana Gracia Téllez, veterana investigadora en la Sima de los Huesos. A su juicio, esa pudo ser la causa de la muerte. «Este tipo de infecciones son graves y potencialmente mortales, y empeoran de manera muy rápida», señala esta reconocida experta en reconstrucción anatómica.

El golpetazo dejó a Miguelón hecho un cuadro. «Probablemente, le partió el cartílago de la nariz, el labio, la zona del lacrimal…», explica Gracia. Además, entre la placa dental, la gingivitis, los abscesos y el desgaste —otra puerta a las bacterias—, el pobre homínido debía de tener un aliento terrible.

La agonía
El martirio fue prolongado. Por las características del diente roto, redondeado en la zona de masticación, los investigadores creen que Miguelón sufrió mucho durante un largo tiempo, quizás incluso años, antes de morir pasados los 45. Es posible que intentara aliviarse con hierbas empleadas como sedantes, pero finalmente la infección pudo con él. Su imponente corpulencia —se cree un H. heidelbergensis promedio alcanzaba el 1,70 de altura y pesaba hasta 100 kilos de puro músculo— no le sirvió de mucho.

El Cráneo 5, expuesto con las siete vértebras en el Museo de la Evolución Humana de Burgos

Javier Trueba
Pero hay una segunda hipótesis sobre la muerte de Miguelón. Una más controvertida, que apunta al ataque de un animal. Unas enigmáticas marcas en la nuca han sido reconocidas recientemente como el zarpazo de un oso, aunque no se sabe si fueron producidas antes o después de la muerte del homínido. Para el paleontólogo Ignacio Martínez Mendizábal, buen conocedor del fósil, es muy plausible que fueran la causa de la muerte. «Esa es mi hipótesis. Creo que el tipo de marcas casa mejor con los ataques de osos a personas vivas que con lo que podría hacer un oso con un cadáver. Pero aún hay que estudiarlo», afirma.

Además del flemón y las marcas de garras, Miguelón «tiene un orificio en el cráneo que pudo ser causado por un objeto punzante, es decir, el pico de una piedra o algo así. Se sabe que durante su vida recibió muchos golpes en la cabeza, no mortales, aunque reflejan lo accidentado de su día a día. En resumen, llevaba una existencia peligrosa y posiblemente violenta, así que murió por algún traumatismo, seguramente de origen humano», aporta Juan Luis Arsuaga, opina del yacimiento de Atapuerca.

Esa vida violenta y peligrosa era la del resto de los miembros de su tribu. Una investigación recientemente publicada documenta hasta 57 lesiones craneales con signos de curación en los individuos de la Sima, lo que revela que se tuvieron que producir antes de la muerte.

En la mayoría de los especímenes (17 de 20) aparecen lesiones craneales producidas por golpes contundentes. Daba igual si eran varones o hembras, adultos o niños. En nueve de ellos los impactos fueron letales. Los científicos creen que fueron hechos de forma intencionada, en ataques violentos.

Muy personal

Robusto. La altura promedio de un varón de su especie era de 1,70 metros y pesaba entre 90 y 100 kilos de peso, sin nada de grasa.

Cazador-recolector. Sabía cazar en grupo. Iba detrás de bisontes, ciervos y caballos. Compartió hábitat con leones, hienas, elefantes, rinocerontes, lobos y osos.

Habilidoso. Podía tallar la piedra de una manera compleja (Modo 2).

Nombre. Miguelón, en honor del ciclista Miguel Indurain.

Por compasión
Las historias de ferocidad y crueldad pueden hacer que veamos a estos preneandertales como bestias, pero sería un juicio injusto. Hasta donde se sabe, fueron los primeros en mostrar compasión, un comportamiento intrínsecamente humano y que, al contrario de lo que se creía, apareció relativamente pronto en nuestro linaje.

Y es que Miguelón no padeció solo. Durante su convalecencia por la infección, recibió necesariamente la ayuda del grupo para sobrevivir, ya que un dolor de ese calibre apenas le habría dejado fuerzas para salir en busca de alimento. «Alguien se lo tuvo que proveer», dice Gracia.

Otro ejemplo relevante de la solidaridad entre esos homínidos es el de Benjamina, una niña que logró vivir once años con una grave patología craneal que la dejó incapacitada. Si nadie se hubiera preocupado por ella, no habría alcanzado esa edad.

Además, como explica Martínez Mendizábal, Miguelón era capaz de hablar, lo que le acerca aún más a nosotros. «La primera especie humana que oía como nosotros es la de Miguelón, lo que significa que podía producir los mismos sonidos y que seguramente hablaba», apunta. «Resonaba de la misma forma. Si Miguelón se pusiera a hablar no entenderíamos qué nos dice , pero nos daríamos cuenta enseguida de que no se trata de un mono, sino de una persona», añade.

Los investigadores creen que el Cráneo 5 seguirá dando nuevas sorpresas en el futuro, al mismo tiempo que las técnicas de análisis se hacen más precisas. «Un fósil es una mina de información, no se agota nunca», aseguran. Quizás entonces sepamos quién o qué mató al hombre de Atapuerca.

¿Y si en realidad era una mujer?
Miguelón se representa normalmente como un varón corpulento, un tipo muy macho, bien cubierto de pelo, el músculo marcado. En un principio fue considerado un individuo masculino, pero la verdad es que su género no está del todo claro. «Pasa con cierta frecuencia en los fósiles, ya que el dimorfismo sexual (las diferencias entre los dos sexos) en el esqueleto humano no es grande», explica Martínez Mendizábal. El problema es que el Cráneo 5 muestra algunos rasgos comunes en los varones, pero al mismo tiempo es uno de los más pequeños de la Sima de los Huesos, lo que podría indicar que pertenecía a una hembra. A falta de ADN fósil en los huesos —su hallazgo es extremadamente complicado— futuras investigaciones pueden utilizar técnicas de análisis del esmalte dental para intentar resolver el enigma. «Estoy seguro de que acabaremos conociendo el auténtico sexo de Miguelón en los próximos años, no tengo ninguna duda», señala el investigador. Saber si el espécimen era hombre o mujer «lo hace aún más humano, pero es algo anecdótico. Entra dentro del catálogo de curiosidades». Quizás, eso sí, haya que cambiarle el nombre.