Criptobiosis, la «resurrección biológica»

Por 02/10/2020 Portal

Durante miles de años los chamanes consideraron a la rosa de Jericó (Anastatica hierochuntica) como una planta mágica. Seguramente en algún momento alguien observó que cuando el tiempo era seco la planta permanecía completamente cerrada, aletargada. Por el contrario, cuando había humedad se abría con lentitud y revivía como el ave fénix. Es más, ante la proximidad inminente de lluvia la planta se volvía inmensamente vistosa.

Esta singularidad se debe a que este vegetal tiene propiedades higrométricas (del latín higro, humedad, y metros, medida), lo cual permitía al brujo adivinar, ante los ojos de los profanos, los cambios climatológicos con relativa sencillez.

Este proceso de secado y reverdecer de la rosa de Jericó es reversible y se puede repetir muchas veces. A nivel molecular, esta capacidad se debe a la presencia de un azúcar disacárido –trehalosa- que está implicado en los mecanismos de criptobiosis.

Larga vida a los criptobiontes
La criptobiosis es un proceso biológico que llevan a cabo algunos organismos cuando se encuentran en condiciones adversas, son capaces de detener su actividad metabólica de modo que no se reproducen ni se desarrollan hasta que las condiciones reviertan.

Este mecanismo de adaptación lo poseen, entre otros, los quistes embrionarios de crustáceos, rotíferos, nematodos y tardígrados, así como las bacterias y algunos tejidos vegetales.

Actualmente se distinguen cuatro tipos diferentes de criptobiosis, en función de la situación ambiental extrema a la que se tenga que enfrentar el ser vivo: anhidrobiosis, criobiosis, anoxibiosis y osmobiosis.

La anhidrobiosis se produce cuando el ser vivo se somete a un periodo largo de desecación, en el cual puede llegar a perder más del noventa y cinco por ciento de su agua corporal.

La criobiosis permite a los organismos sobrevivir a la congelación, para ello precisa que la velocidad de enfriamiento sea lenta, de forma que se pueda evitar la cristalización de líquidos que, de forma contraria, dañaría los tejidos internos de forma irreversible.

Si los niveles de oxígeno ambiental son muy bajos o inexistentes se dice que existe anoxibiosis y, por último, los animales que experimentan la osmobiosis se someten a una enorme concentración salina.

El secreto de la vida está en un azúcar
Volviendo a la trehalosa. Este disacárido es insípido, transparente, se encuentra presente en los champiñones y en algunos tipos de miel, y está formado por dos moléculas de glucosa unidas por enlaces 1-alfa-1-alfa.

La trehalosa puede reemplazar al agua y actuar como estabilizador molecular formando puentes de hidrógeno con las membranas y preservando las estructuras celulares. Gracias a esta propiedad algunos organismos que acumulan en su interior trehalosa pueden permanecer deshidratados durante años, en espera de la llegada de una estación lluviosa.

Para finalizar, una curiosidad. Hay una enfermedad muy poco conocida que se denomina intolerancia a los champiñones y que es debida a la falta de la enzima trehalasa –la encargada de desdoblar la trehalosa en dos moléculas de glucosa- en el intestino delgado de los humanos.

Las personas que sufren esta dolencia son incapaces de digerir los champiñones, de forma que la trehalosa pasa al intestino grueso, en donde es fermentada por las bacterias, produciendo gases, malestar abdominal, diarrea… En esta situación el secreto de la vida se convierte en un verdadero suplicio.

M.Jara

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.