Podemos calcular el tamaño, estudiar la forma y enumerar una a una las características de miles de galaxias en el Universo, pero no de la nuestra. Y eso es así porque, desde dentro, no es posible ver nuestra galaxia en su conjunto, por la misma razón que no podemos ver, desde una ventana, todo el edificio en el que nos encontramos. Por eso, averiguar cualquier nuevo detalle, cualquier característica aún no observada, o cualquier otra cosa que nos sirva para conocer un poco mejor nuestra ‘isla’ en el espacio constituye todo un hito científico, un esfuerzo titánico que pone a prueba la capacidad de los astrónomos.
No se sabía, por ejemplo, si como sucede en otras galaxias, la nuestra también cuenta con regiones internas de formación de estrellas. Y ahora, un equipo de investigadores del Instituto Max Planck de Física Extraterrestre (MPE) ha conseguido identificar una estructura desconocida hasta ahora en nuestra galaxia natal. Se trata de un anillo interior, justo alrededor del bulbo galáctico, hecho de estrellas ricas en metal y que son más jóvenes que las del propio bulbo. Según explican los investigadores en un estudio publicado en ‘Astronomy & Astrophysics’, las edades de las estrellas de ese anillo indican que el corazón de la Vía Láctea debió formarse hace al menos 7.000 millones de años.
Una observación complicada
Desde nuestra posición, cerca de uno de los brazos espirales, las estrellas están oscurecidas por densas nubes de gas y polvo, especialmente hacia el centro de la Vía Láctea, lo que hace que esa región sea muy difícil de observar. Sin embargo, durante la última década, los científicos MPE han podido combinar datos de varias campañas de observación (como APOGEE y el observatorio Gaia) con sofisticadas simulaciones por computadora para crear un modelo de última generación de la Vía Láctea interior: una barra con una protuberancia en forma de cacahuete. Ese bulbo está poblado por estrellas que se formaron hace entre cuatro y nueve mil millones de años, con un pico de edad entre seis y ocho mil millones de años.
«Integramos más de 30.000 estrellas del sondeo APOGEE – explica Shola M. Wylie, autora principal del estudio- con datos adicionales de Gaia en nuestro modelo de protuberancia de la Vía Láctea para obtener las órbitas completas de estas estrellas. Y con esas órbitas, pudimos ver lo que hay detrás del bulbo galáctico, así como otras regiones espaciales que no están cubiertas por las observaciones». Luego, los científicos utilizaron esas órbitas para construir mapas de la densidad estelar, la metalicidad y obtener la edad de la Vía Láctea interior.
Un anillo de estrellas
«Alrededor de la barra central -prosigue la investigadora-, encontramos una estructura de anillo interior que es más rica en metales que la propia barra y donde las estrellas tienen edades más jóvenes, alrededor de 7 mil millones de años». Si bien se han visto anillos internos de formación de estrellas en otras galaxias de disco, no estaba claro que la nuestra también tuviera uno. Para separar las estrellas en las estructuras de anillo y bulbo, los científicos utilizaron la excentricidad de las órbitas, es decir, cuánto se desvían las órbitas de la forma circular. Y hallaron no sólo que las estrellas en el anillo son más jóvenes y más ricas en metales que las estrellas de la barra central, sino también que estas estrellas están más concentradas hacia el plano galáctico.
Todavía no está claro si existe o no una conexión entre el anillo interior recién descubierto y los brazos espirales de la galaxia. Para ello se necesitan más estudios que permitan comprender mejor la transición del anillo al disco circundante en la Vía Láctea, lo que requiere mejores modelos y más datos.