En 1977, los operarios que construían una autopista en el estado de Maryland, en Estados Unidos, se encontraron con un cementerio abandonado en medio del bosque. En las fosas sin nombre había sobre todo mujeres y niños. Los más antiguos se remontaban al siglo XVIII. Eran los esclavos negros del horno de Catoctin, una fundición de hierro cercana. Ahora, en un estudio sin precedentes, el ADN extraído de 27 de aquellos cadáveres ha permitido conocer su historia, concretar su lugar de origen en África y encontrar a decenas de miles de parientes actuales, incluidos casi 3.000 descendientes directos; algo imposible hasta ahora, pues en ese país los negros no fueron incluidos en el censo nacional hasta 1870.