El hambre y las enfermedades nos permitieron beber leche

Por 27/07/2022 Portal

Dos tercios de los adultos en el mundo son intolerantes a la lactosa , el azúcar natural de la leche. Esto significa que si beben demasiada, pueden sufrir problemas digestivos como calambres, diarrea o flatulencia. Se cree que se debe a un cambio fisiológico producido al final de la infancia y heredado de nuestros antepasados que permitía a la madre dejar de amamantar y quedarse embarazada nuevamente con más facilidad. Sin embargo, esta intolerancia es muy dispar geográficamente. La mayoría de los europeos adultos no sufren molestias, al contrario de lo que les ocurre a muchos asiáticos. Hasta ahora, se ha considerado que la persistencia a la lactasa , el gen que permite digerir la lactosa en la edad adulta al descomponerla en unidades más pequeñas, surgió en la prehistoria porque permitía a nuestros antepasados consumir más leche y productos lácteos no fermentados. Sin embargo, un equipo internacional de investigadores ha encontrado que antiguas poblaciones ya tomaban leche mucho antes de que pudieran digerirla. Según proponen los autores en la revista ‘Nature’ , la variante genética que permitió hacerlo no aumentó su frecuencia por el consumo de leche, sino por las hambrunas y la exposición a enfermedades infecciosas. Para llegar a esta conclusión, los investigadores, dirigidos por la Universidad de Bristol y el University College de Londres (UCL), trazaron un mapa de los patrones prehistóricos del consumo de leche durante los últimos 9.000 años. Así, pudieron demostrar que el rasgo genético de persistencia de la lactasa no fue común hasta alrededor del año 1000 a.C., casi 4.000 años después de que se detectara por primera vez. Grasa láctea «La variante genética de persistencia de la lactosa fue impulsada a una alta frecuencia por algún tipo de selección natural . El problema es que una selección natural tan fuerte es difícil de explicar», afirma Mark Thomas, coautor del estudio y profesor de genética evolutiva en el University College. Para intentarlo, los investigadores reunieron datos sin precedentes de fragmentos de cerámica de 554 sitios arqueológicos de entre los años 7000 a.C. y 1500 a.C, en los que detectaron residuos de grasa láctea, de lo cual se deduce que contenían leche. Los hallazgos mostraron que la leche se utilizó ampliamente en la prehistoria europea, pero aumentó y disminuyó en diferentes regiones en diferentes momentos. Estos descubrimientos se contrastaron con datos genéticos previamente publicados de más de 1.700 individuos prehistóricos europeos y asiáticos. El equipo detectó las primeras evidencias de persistencia de la lactasa hace unos 5.000 años. Hace 3.000 se encontraba en frecuencias apreciables y es muy común hoy en día. Luego, los investigadores desarrollaron un nuevo enfoque estadístico para examinar cómo los cambios en el uso de la leche a lo largo del tiempo podían explicar la selección natural para esta condición. Sorprendentemente, no encontraron ninguna relación, lo que desafía la visión tradicional de que el uso de la leche impulsó esta evolución. La hipótesis de los autores es que fueron las hambrunas y la exposición a patógenos los factores que mejor pueden explicarla. Ventaja selectiva «Por una parte, en períodos de crisis (como en las hambrunas) se incrementa el consumo de leche al agotarse el resto de recursos. En individuos gravemente malnutridos y que no tienen persistencia a la lactasa, la diarrea asociada al consumo de leche tendría unas consecuencias más graves. La persistencia a la lactasa en estos casos conferiría una importante ventaja selectiva (mayor supervivencia)», explica en SMC España Santos Alonso, investigador en el departamento de Genética, Antropología Física y Fisiología Animal de la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), que no ha participado en el estudio. Por otro lado, en las poblaciones más densas con una mayor prevalencia de enfermedades infecciosas, especialmente las de origen animal, «los individuos intolerantes que bebieran leche como fuente de agua no contaminada sufrirían una mayor incidencia de diarrea y, en consecuencia, una mayor tasa de mortalidad», continúa el investigador. Los humanos sanos, incluso aquellos que no son persistentes a la lactasa, podían consumir leche felizmente sin enfermarse. Sin embargo, los débiles, desnutridos o enfermos intolerantes tendrían más probabilidades de morir antes o durante sus años reproductivos, lo que elevaría la prevalencia de la persistencia de la lactasa en la población. Puede parecer contradictorio, pero para los investigadores, «los mismos factores que influyen en la mortalidad humana actual impulsaron la evolución de este asombroso gen a lo largo de la prehistoria». MÁS INFORMACIÓN Hallan en Atapuerca la cara del primer europeo ¿Por qué el parto humano es mucho más difícil que el de nuestros primos simios? Para Alonso, el estudio constituye un gran avance para la comprensión de la evolución de la persistencia de la lactasa, «si bien quedan abiertos otros aspectos que pueden tener influencia: por ejemplo, la composición de la microbiota intestinal de las poblaciones del pasado, que no se puede esclarecer con los datos y el material disponible a fecha de hoy».