El ‘síndrome del escape a la sombra’ y el lenguaje del tomate

Por 04/09/2022 Portal

Los plastos o plastidios son orgánulos celulares eucarióticos característicos de las plantas y algas cuya función es la producción y almacenamiento de compuestos químicos dentro de las células. De esta forma participan en procesos tan importantes como son la síntesis de lípidos y aminoácidos, la fotosíntesis y el color de frutas y flores. Existen dos tipos de plastos claramente diferenciados: los primarios, más simples y ubicados en la mayoría de las plantas, y los secundarios, mucho más complejos y situados en el plancton. Los plastidios de las plantas tienen forma elipsoidal y un tamaño relativamente grande. Un tipo específico son los cromoplastos, que reciben el nombre de rodoplastos, cuando son rojos, y de cloroplastos cuando sintetizan clorofila, la cual otorga el color verde a las hojas. El lenguaje de los colores del tomate En los cromoplastos se acumulan dos tipos de pigmentos: carotenoides hidrogenados (destacan beta-caroteno y licopeno, responsables del color naranja de la zanahoria y del color rojo del tomate, respectivamente) y pigmentos carotenoides oxigenados (destaca la xantofila que es la responsable del color amarillo de los granos de maíz). Los tomates son los frutos de una planta de la familia de las solanáceas que son de tonalidad verdosa cuando están inmaduros, una etapa en la cual contienen elevadas concentraciones de solanina, un alcaloide muy nocivo incluso en pequeñas cantidades. Su toxicidad se debe a que es un inhibidor de la acetilcolinesterasa, una enzima que degrada la acetilcolina, por lo que su ingesta puede producir efectos colinérgicos. La solanina es una señal gustativa de advertencia para los animales. Cuando los tomates maduran adquieren el color rojizo característico, esto se debe a que acumula grandes cantidades de carotenoides hidrogenados. El cambio de color se produce en el momento en el cual las semillas pueden germinar y tiene una finalidad comunicativa, una señal óptica para que los animales puedan reconocerlos con mayor facilidad y consuman los frutos, dispersando, de esta forma, las semillas. Síndrome de escape a la sombra En la década de los cincuenta del siglo pasado se descubrieron unas proteínas –los fitocromos- presentes en las células vegetales cuya función es actuar de fotoreceptores. En su estructura química prosee un cromóforo que le permite detectar la luz roja (600-700 nm) y la roja lejana (700-800 nm). Si la intensidad lumínica captada por los fitocromos es insuficiente la planta puede relocalizar los cloroplastos de forma que se sitúen en la zona donde se intercepta una mayor cantidad de luz. También puede suceder a la inversa, si la cantidad de luz es excesiva, hasta el punto de que pueda generar daños oxidativos y deteriorar la maquinaria fotosintética, los cloroplastos se reubican. Los fitocromos del tomate son decisivos en la batalla competitiva por la supervivencia, ya que la existencia de un rojo lejano –semisombra- indica que se encuentran bajo la sombra de otras plantas y que su ciclo vital corre peligro. Los científicos han descubierto la existencia de una proteína –el factor interactuante del fitocromo 7- que actúa a modo de mensajero entre los sensores de la luz y la producción de las hormonas encargadas del crecimiento de los tallos (auxina). A través de esta comunicación es posible indicar a los tallos que deben crecer más para recibir una mayor cantidad de radiación solar y salir de la «penumbra». Este fenómeno es lo que se conoce como «síndrome del escape a la sombra». MÁS INFORMACIÓN noticia No La forma de lavar los platos sin jabón que promete ser más segura y económica noticia No Hormigas: así logran las reinas tener muchos hijos y vivir hasta 30 veces más que las obreras Este sistema de comunicación no es baladí, ya que la si la planta permanece demasiado tiempo en la sombra y no recibe la cantidad de luz adecuada se puede producir una floración temprana, con una cantidad de semillas sensiblemente inferior, poniendo en riesgo la perpetuidad genética. SOBRE EL AUTOR Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.