Cada supernova que explota, cada fusión entre estrellas de neutrones, cada colisión de dos agujeros negros, incluso cada estrella de neutrones solitaria girando rápidamente… Cualquiera de estos eventos poderosos es una fuente de propagación de ondas gravitacionales. Pero los científicos están convencidos de que ‘ahí fuera’ debe haber mucho más, y que incluso el propio Big Bang , la gran explosión de la que surgió el Universo hace 13.760 millones de años, debería haber producido su propia oleada de ondas gravitacionales, que siguen desde entonces cruzando el Universo. El problema es que hasta ahora la sensibilidad de los detectores no ha sido suficiente para detectarla. Aunque eso podría haber cambiado. Como piedras arrojadas a un estanque, fusiones y explosiones estelares envían ondas que reverberan a través de la estructura misma del espacio-tiempo y recorren enormes distancias a la velocidad de la luz. Su paso, sin embargo, puede ser detectado en forma de sutiles y sucesivas expansiones y contracciones del espacio que crean pequeñas discrepancias en lo que deberían ser señales completamente sincrónicas, cronometradas con toda precisión en detectores como LIGO o LISA. Un anuncio inminente Muchos piensan que ese auténtico batiburrillo de señales, ondas gravitacionales que proceden a la vez de todas partes y que se encuentran y se superponen unas a otras, se combina para formar una especie de zumbido aleatorio o ‘estocástico’, algo que los científicos han llamado ‘ fondo de ondas gravitacionales ‘ y que permea el Universo entero. La búsqueda de ese fondo se ha convertido, en los últimos 15 años, en una de las mayores obsesiones en la historia de la astronomía. Y ahora, esa larga búsqueda podría haber terminado. O por lo menos eso es lo que parece a la luz del anuncio global que el Observatorio Norteamericano de Nanohercios para Ondas Gravitacionales (NANOGrav) se dispone a hacer el próximo jueves, 29 de junio. De lo que no cabe duda es de que se trata de algo grande. En el NANOGrav participan investigadores de 70 instituciones internacionales, y todas ellas se han coordinado para el gran anuncio de dentro de tres días. Aunque el contenido del anuncio se mantiene en secreto sí que se sabe, por ejemplo, que arrojará luz sobre la investigación realizada por el International Pulsar Timing Array, un consorcio mundial de detectores de ondas gravitacionales formado por el propio NANOGrav en América del Norte; la matriz de sincronización Pulsar, en Europa; el Proyecto de matriz de temporización Pulsar de la India; y el Parkes Pulsar Timing Array de Australia. Un hallazgo histórico El descubrimiento del fondo cósmico de ondas gravitacionales sólo podría compararse en importancia al fondo cósmico de microondas (CMB), el resto del calor original del Big Bang, que ha ampliado, y sigue ampliando, nuestra comprensión sobre el Universo y su evolución. Desafortunadamente, el CMB no llega a revelarnos lo que sucedió durante los primeros instantes de la creación, ya que los instrumentos sólo pueden detectarlo a partir del momento en que el Universo se hizo ‘transparente’ a la radiación electromagnética (por ejemplo, la luz) y permitió a las partículas que la transportan viajar libremente a través del espacio. Cosa que no sucedió hasta unos 380.000 años después del Big Bang. Pero las ondas gravitacionales no tienen esos problemas, y pueden atravesar el espacio desde el mismo momento en que son creadas. Lo cual significa que, a través de ellas, podríamos llegar directamente hasta los primeros instantes de la creación (hasta unos 10 elevado a -32 segundos del Big Bang), algo imposible por ningún otro medio. La primera detección de ondas gravitacionales tuvo lugar en 2015. Fue causada por la colisión de dos agujeros negros a 1.400 millones de años luz de distancia y que, por tanto, tardaron justo ese tiempo en llegar hasta la Tierra. Se confirmaba así la existencia de esa ‘vibración’ del espacio tiempo predicha un siglo antes por Einstein y fue, de paso, la primera confirmación física directa de la existencia de los agujeros negros. Desde entonces, los distintos detectores han logrado captar ya un centenar de eventos de ondas gravitacionales, todos ellos lo suficientemente fuertes como para producir señales inconfundibles en los datos. Pero el fondo cósmico de ondas gravitacionales es mucho menos estruendoso y algo totalmente diferente, ya que está formado por el ruido confuso y mezclado de muchas fuentes débiles e independientes, entre ellas el propio Big Bang. Encontrarlo equivale a identificar una voz concreta en medio del griterío de una multitud. Pero si realmente los científicos han conseguido detectar por fin ese fondo de ondas gravitacionales, será el principio de una nueva era científica y la llave de inimaginables conocimientos inéditos sobre el Universo ya que por primera vez, el ser humano podrá echarle un vistazo al instante mismo de la creación. MÁS INFORMACIÓN noticia No Las raíces de la guerra: Hace 1,45 millones de años, nuestros antepasados ya se mataban entre sí noticia Si Avelino Corma, químico: «Atraparemos el CO2 que sale de las chimeneas para hacer combustibles» ¿Habrá llegado realmente esa hora? Faltan menos de tres días para averiguarlo.