Se extinguió hace 66 millones de años, junto al resto de los dinosaurios, tras el impacto de un meteorito que acabó también con más del 75% de la vida en la Tierra. Vivió en lo que hoy es Norteamérica y, desde que Edward Drinker Cope descubrió el primer ejemplar en 1892, tanto su feroz comportamiento como ciertos rasgos de su anatomía siguen intrigando a los científicos.
Y es que el Tyrannosaurus Rex tenía unos miembros anteriores extrañamente cortos, con una movilidad limitada y que, ciertamente, ‘no encajan’ con el resto del cuerpo de uno de los mayores depredadores que han pisado nuestro planeta. Con sus más de 13 metros de largo, su enorme cráneo y las mandíbulas más poderosas que nunca hayan existido, el T. rex era capaz de morder con una fuerza que los paleontólogos estiman entre los 20.000 y los 57.000 newtons. La misma, por ejemplo, que un elefante ejerce sobre el suelo al sentarse. Como comparación, baste decir que la fuerza de la mordida de un ser humano raramente supera los 300 newtons.
¿Por qué unos brazos tan cortos?
Ahora bien, ¿Por qué el T. Rex tenía los brazos tan ridículamente pequeños? Durante más de un siglo, los científicos han ido proponiendo varias explicaciones (para el apareamiento, para sujetar a sus presas, para volcar a los animales que atacaba…), pero para Kevin Padian, paleontólogo de la Universidad de Berkeley, en California, ninguna de ellas es la acertada.
En un artículo recién publicado en ‘Acta Paleontologica Polonica’, en efecto, Padian sostiene que los brazos del T. rex se redujeron en tamaño para evitar daños irreparables causados por el mordisco de alguno de sus congéneres. La evolución no mantiene un rasgo físico determinado si no es por una buena razón. Y Padian, en lugar de preguntarse para qué podían servir unas extremidades superiores tan cortas, se centró en averiguar qué posibles beneficios podrían aportar al animal. En su artículo, el investigador sugiere la hipótesis de que los brazos del T. rex ‘encogieron’ para evitar la amputación accidental o intencional cuando una manada de tiranosaurios se abalanzaba sobre un cadáver con sus enormes cabezas y dientes trituradores de huesos.
Un T. rex de 13 metros, por ejemplo, con un cráneo de 1,5 metros de largo, tenía unos brazos de no más de 90 centímetros. Si aplicamos esas proporciones a un ser humano de 1,80 metros de altura, sus brazos apenas medirían 13 centímetros.
Evitando mordeduras
«¿Qué pasaría si varios tiranosaurios adultos se reunieran alrededor de un cadáver? -se pregunta Padian-. Tendríamos un montón de cráneos enormes, con mandíbulas y dientes increíblemente poderosos desgarrando y masticando carne y huesos justo uno al lado del otro. ¿Y qué pasaría si uno de ellos creyera que otro se está acercando demasiado? Podría advertirle para que se aleje cortándole un brazo. Por tanto, reducir las extremidades anteriores podría ser un gran beneficio, ya que de todas formas no las utilizaban en la depredación».
Una herida grave a causa de una mordedura puede causar una infección, hemorragias, shock y, finalmente, la muerte. En su estudio, Padian señala que los antepasados de los tiranosaurios tenían los brazos más largos, y que por tanto su posterior reducción en tamaño debe obedecer a una buena razón. Esa reducción, además, no afectó sólo a los T. rex, que vivieron en América del Norte, sino a otros grandes dinosaurios carnívoros que vivieron en África, Sudamérica, Europa y Asia en diferentes momentos del Cretácico, algunos de ellos incluso más grandes que el T.rex.
Según Padian, todas las ideas al respecto presentadas hasta ahora «no se han probado o resultan imposibles porque no pueden funcionar. Y ninguna de las hipótesis explica por que los brazos deberían hacerse más pequeños. En todos los casos, las funciones propuestas habrían sido mucho más efectivas si no se hubieran reducido a considerarlos como armas».
Cazaban en manadas
La idea propuesta en su estudio se le ocurrió al investigador cuando otros paleontólogos hallaron pruebas de que el T.rex no era un cazador solitario, como se pensaba, sino que cazaba a menudo en manadas.
Varios importantes yacimientos descubiertos durante los últimos 20 años, explica Padian, muestran juntos a tiranosaurios adultos y jóvenes. «Realmente -puntualiza- no podemos suponer que vivieron juntos o incluso que murieron juntos. Solo sabemos que acabaron enterrados juntos. Pero cuando se encuentran varios sitios en los que sucede lo mismo, la señal se vuelve más fuerte. Y la posibilidad, que ya han planteado otros investigadores, es que estuvieran cazando en grupo».
En su estudio, el paleontólogo de Berkeley examina y va descartando una a una las soluciones al enigma propuestas hasta ahora. «Sencillamente -explica- los brazos son demasiado cortos. No pueden tocarse entre sí, no pueden llegar a la boca y su movilidad es tan limitada que no pueden estirarse mucho, ni hacia adelante ni hacia arriba. La enorme cabeza y el cuello están muy por delante de ellos y forman el tipo de máquina de muerte que vimos en Parque Jurásico». Hace veinte años, un equipo de paleontólogos analizó los brazos y planteó la hipótesis de que T. rex podría haber levantado unos 181 kg con ellos. «Pero la cuestión -dice Padian- es que no podían acercarse lo suficiente a nada para levantarlo».
Analogías actuales
La hipótesis de Padian tiene analogías con algunos animales actuales, como sucede con el dragón de Komodo gigante de Indonesia, que caza en grupo y que, tras matar una presa, los ejemplares más grandes se lanzan sobre ella y dejan los restos para los más pequeños. En el proceso, no resulta raro que alguno de los dragones sufra heridas de consideración. Y lo mismo sucede con los cocodrilos. Para Padian, la misma escena podría haber tenido lugar con los T. rex y otras familias de tiranosaurios hace millones de años.
Sin embargo, el propio Padian admite que nunca será posible probar su hipótesis, aunque se podría encontrar una correlación si se examinan todos los especímenes de T.rex que hay en museos de todo el mundo en busca de marcas de mordeduras. «Las heridas por mordedura en el cráneo y otras partes del esqueleto -explica- son bien conocidas en los tiranosaurios y otros dinosaurios carnívoros. Si se encontraran menos marcas de mordidas en las extremidades reducidas, podría ser una señal de que la disminución de tamaño funcionó».