De 13 conejos enviados apenas dos meses antes desde el sur de Inglaterra por William Austin, llegaron 24 en el día de Nochebuena de 1859 a la finca de caza que su hermano Thomas tenía cerca de Sídney, en el este de Australia. Tres años después, la prensa local contaba que estos lepóridos europeos ya se contaban por miles y el propio Thomas reconocía haber sacrificado 20.000 ejemplares en su propiedad. En 1906, ya habían llegado a la costa oeste australiana, a 4.000 kilómetros de la propiedad de Thomas Austin. Ahora un estudio genético confirma que fueron los conejos de los hermanos Austin los que iniciaron la mayor invasión biológica de la que se tienen registros.