Gabriela Ramos llegó en 2020 a la Unesco, la agencia de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, con una misión: debía sacar adelante una especie de Declaración Universal de la Inteligencia Artificial (IA). El documento, que finalmente se llamó Recomendación sobre la Ética en la Inteligencia Artificial, se presentó en 2021 y ha sido firmado por 193 países, aunque solo 24 lo están implementando. De carácter no vinculante, ofrece pautas de actuación en asuntos como la gobernanza de los datos, las tecnologías de espionaje masivo, el abuso de los sesgos cognitivos el control de la neurotecnología. Cuenta, entre otros, con el visto bueno de la Comisión Europea o Japón y de empresas como Microsoft o Telefónica.