La guerra hiere el ideal de la colaboración científica

Por 02/08/2022 Portal

El pasado 26 de julio Yuri Borisov, el nuevo jefe de la agencia espacial rusa Roscosmos, anunció la posible retirada de Rusia del Consorcio de la Estación Espacial Internacional (ISS) «después de 2024», lo que supondría una nueva fractura entre el país liderado por Vladímir Putin y el resto del mundo. La fecha de 2024 es importante, y no está elegida al azar. De hecho, ese es precisamente el año en que expirará el acuerdo internacional de la ISS y el momento, por lo tanto, en que la estación tendría que ser ‘desorbitada’, volviendo a la Tierra en una caída controlada y desapareciendo para siempre bajo las aguas de una remota región del Pacífico. Sin embargo, la Casa Blanca anunció en diciembre su intención de extender las operaciones del laboratorio orbital hasta 2030, algo con lo que Europa, Japón y Canadá , los socios principales (junto a Rusia ) del consorcio, se han mostrado más que de acuerdo. Pero si Rusia cumple su amenaza, esos seis años ‘extra’ de la ISS se podrían ver seriamente comprometidos, y con ellos toda una serie de trabajos científicos en curso sobre temas que van desde el diseño de nuevos medicamentos al cultivo de vegetales en el espacio, el tratamiento del Alzheimer o la capacidad de respuestas rápidas ante desastres naturales. Con todo, por ahora la comunidad espacial internacional se ha mostrado escéptica ante el anuncio ruso. En primer lugar, ni la NASA ni la dirección de la ISS han recibido aún ningún comunicado oficial ruso al respecto. En segundo lugar, el gerente del programa ISS de la NASA, Joel Montalbano, estuvo hace apenas unos días en Moscú para negociar un ‘intercambio de asientos’ que permitirá a los cosmonautas rusos volar a bordo de vehículos comerciales estadounidenses a cambio de que los norteamericanos puedan seguir utilizando la nave rusa Soyuz para ir y venir a la estación espacial. No hay crisis inmediata ¿Se quedará Rusia o se irá? Esa es, precisamente, la pregunta del millón. La retirada rusa pondría en peligro la continuidad de la ISS hasta 2030, lo que ha provocado que el resto de los países socios ya estén preparando sus planes de contingencia. Uno de los mayores problemas de la retirada rusa parte del modo mismo en que se construyó la estación. Noticias Relacionadas De hecho, los lados ruso y estadounidense de la ISS son altamente interdependientes, con EE.UU. suministrando la energía para que todo funcione y Rusia controlando la propulsión para las maniobras orbitales periódicas , necesarias cada cierto tiempo para que la ISS no termine cayendo a la Tierra antes de tiempo, atraída por su gravedad. Actualmente, todas las maniobras de propulsión de la ISS se dirigen directamente desde el control de misión en Moscú, lo que haría muy difícil que cualquier otro de los socios pudiera a sumir ese control desde otro país . Sin embargo, el mes pasado una nave espacial privada Cygnus realizó el primer impulso estadounidense de la estación espacial. Podría haber una alternativa, aunque el sistema de propulsión ruso es mucho más potente. Sea como fuere, la ISS no se enfrenta a una crisis inmediata y Rusia se ha comprometido, por lo menos hasta 2024, a seguir cumpliendo con todas sus obligaciones. Lo que sí ha quedado herido de muerte es el ideal de que, por lo menos en los grandes proyectos científicos, la Humanidad es capaz de colaborar sin tener en cuenta los conflictos de cada país. Algo que sucede en las grandes instalaciones científicas, como el Gran Acelerador de Partículas (LHC), o en la propia estación espacial. La amenaza de Rusia, al contrario, es una advertencia de que el futuro puede no ser tan colaborativo, o tan internacional, como antes. Rusia y EE. UU. comenzaron a construir la estación espacial a finales de los 90, y la asociación se consideró una gran hazaña de colaboración internacional , especialmente después de la Guerra Fría y una carrera espacial que había durado décadas. Desde 1998, la ISS ha reunido a astronautas de todo el mundo para llevar a cabo investigaciones que, eventualmente, podrían ayudar a llevar a los humanos aún más lejos en el espacio exterior. Hoy, la asociación ISS incluye 15 países diferentes, y algunos la consideran el mayor logro de una humanidad unida. Pero durante los últimos años esa unidad internacional empezó a tener fisuras. En 2014 Rusia ya amenazó con impedir a los astronautas americanos usar los cohetes Soyuz para ir y venir de la estación espacial si EE.UU. no reconocía la anexión de Crimea por las tropas de Putin. El programa espacial ruso incluso sugirió, como medida extra de presión, que trasladaría allí, a Crimea, su centro de entrenamiento de astronauta s . Una amenaza crítica, ya que los astronautas norteamericanos necesitaban entrenamiento para manejar los cohetes Soyuz rusos , que entonces eran la única forma de llegar hasta la ISS. La tensión llegó a tal punto que Dmitry Rogozin, el director de Roscosmos que fue despedido el pasado 15 de julio, sugirió que EE. UU. trajera a sus astronautas «usando un trampolín». Moneda de cambio La buena noticia es que EE. UU. ya no depende de Roscosmos para el transporte a la ISS. La empresa SpaceX, del magnate Elon Musk , ha estado transportando astronautas de la NASA a la estación espacial desde 2020. Pero la noticia no tan buena es que Rusia ha señalado una y otra vez que no está comprometida con el futuro a largo plazo de la ISS, que parece haberse convertido en una especie de moneda de cambio. En 2021, Putin volvió a amenazar con retirarse como respuesta a ciertas sanciones de Washington La situación se volvió aún más sombría en noviembre de ese mismo año, cuando Rusia hizo estallar un viejo satélite espía con un misil y creó miles de desechos espaciales, incluidos algunos que podrían haber dañado irreparablemente a la ISS. Esta prueba no solo demostró que Rusia tiene la capacidad de derribar un satélite desde la Tierra, sino que estaba dispuesta a poner en peligro a sus propios cosmonautas , que se refugiaron en vehículos de emergencia. Las relaciones han terminado de degradarse a causa de la invasión rusa de Ucrania, por lo que el anuncio ruso no resulta demasiado sorprendente. A pesar de la guerra, la NASA ha tratado de mantener la a pariencia de normalidad . La agencia ha publicado actualizaciones sobre los experimentos científicos que se realizan a bordo de la estación espacial e incluso organizó una conferencia de prensa en abril para promocionar la primera misión con tripulación privada a la ISS. Pero entre bambalinas, lo cierto es que EE. UU. se apresura a descubrir cómo sería una ISS sin Rusia. Algunos analistas creen que esta situación podría desembocar en dos grandes bloques rivales disputándose la conquista del espacio: EE.UU., Europa, Japón y Canadá serían los máximos exponentes de uno de ellos. El otro podría estar compuesto por Rusia y China, con la India como espectador, por el momento, mudo. El futuro del espacio, pues, parece estar destinado a una inevitable militarización.