Es casi increíble que hoy sepamos con gran precisión cómo era el universo 370.000 años después del Big Bang. Es fascinante el poder conocer los secretos de los agujeros negros o de planetas vagando por la Vía Láctea. Todos contemplamos las maravillas del universo con ilusión y asombro, como alguien acostumbrado a vivir tierra adentro que por primera vez ve el mar. Pero hemos de reconocer que tenemos una visión del cosmos tremendamente simple e inocente, fruto, entre otras cosas, de grandes sesgos observacionales y limitaciones tecnológicas. ¡Ahí fuera hay un mar de cosas que nunca hemos visto ni, literalmente, podremos ver, y que ni siquiera se parecen a lo que nos rodea!