Las calles, esquinas, parques y caminos que uno recorre de niño afectan a la capacidad para moverse por el mundo ya como adulto. Es lo que muestra un estudio con 400.000 personas de 38 países recién publicado en Nature. El trabajo apunta a que los que han crecido en ciudades con un trazado rectilíneo, como Chicago o Buenos Aires, se orientan peor que los que lo han hecho en urbes con más historia y callejero más enrevesado, como Madrid o Bucarest. Pero la investigación también muestra que vengan de la ciudad que vengan, los urbanitas se guían peor que quienes crecieron en entornos rurales o periurbanos.