Los seres humanos, con cerca de 100.000 millones de neuronas, hemos supuesto que disfrutamos de ciertas habilidades inherentes a nuestra especie. En la nutrida nómina de ‘superpoderes’ estuvo durante mucho tiempo la aritmética, una herramienta que fue básica para el florecimiento de las primeras sociedades. Disponemos de evidencias arqueológicas que confirman que los egipcios y los sumerios ya la usaban hacia el 2.000 a. de C. Esa exclusividad se ‘perdió’ cuando los zoólogos descubrieron que los primates también son capaces de diferenciar dos conjuntos con un número de elementos diferentes y que, además, disfrutan de una cierta noción abstracta de lo que es un número. La contrariedad del Homo sapiens fue en aumento cuando se descubrió, además, que nuestros primos no son los únicos animales que ‘saben’ matemáticas. El número determina la supervivencia El gambusino ( Gambusia affinis ) es una especie de pez que mide entre cuatro y siete centímetros, es originaria de Norteamérica y fue introducida en Europa hace casi una centuria. Un equipo de investigadores de la Universidad de Padua demostró que estos peces son capaces de contar hasta cuatro. Para llegar a esta conclusión observaron que cuando colocaban un gambusino al lado de una pecera frente a dos grupos de peces siempre reconocía el que tenía mayor número de individuos y se unía a él. Esto sucedía cuando se le daba a escoger entre grupos de dos, tres y hasta cuatro miembros, a partir de ese número el pez era incapaz de distinguir el grupo con mayor número de especímenes. A comienzos del siglo XXI la zoóloga Karen McComb realizó un experimento en el Parque Nacional de Serengueti (Tanzania) haciendo escuchar a un grupo de leonas grabaciones de rugidos de leones. Cuando el número de rugidos superaba la cifra de las leonas del grupo, estas huían despavoridas; en caso contrario se preparaban para luchar contra los invasores. Investigadores de la Universidad de Otago (Nueva Zelanda) descubrieron que las palomas son capaces de ordenar diferentes grupos de objetos de manera ascendente desde el uno hasta el nueve. Es más, los científicos constataron que cuando aumentaban la dificultad al agrupar objetos disparejos –variando forma y color- los resultados eran análogos. Las abejas más… Hasta ahora hemos visto como diferentes tipos de animales son capaces de realizar tareas aritméticas muy básicas relacionadas con el manejo de recursos, pero hay otros, muy pocos, que son capaces de realizar problemas más complejos, como pueden ser las sumas o las restas. En este grupo selecto se encuentran las abejas ( Apis melífera ). Un grupo de investigadores publicaron un estudio en la revista ‘Science Advanced’ en donde demostraron que estos insectos son capaces de aprender a usar el azul y el amarillo como representaciones simbólicas para sumar y restar, respectivamente. En otro estudio los investigadores enfrentaron a estos insectos a un reto mayor: entender el concepto del cero. No es algo trivial, los seres humanos hemos tardado mucho tiempo en tener un registro de cálculos con el número cero, sin ir más lejos la numeración romana carecía de un símbolo para este número. Los investigadores entrenaron a las abejas para distinguir entre el uno y el cero, de forma que fueran capaces de entender que cuando estaban frente a un cuadrado blanco decorado con una figura negra equivalía a la unidad, mientras que la ausencia de dicha figura simbolizaba el cero. Gracias a este experimento las abejas entraron en el grupo superior de los animales matemáticos, hasta entonces solo se había demostrado la compresión del cero en primates, en delfines y en el loro gris africano. MÁS INFORMACIÓN noticia No Modifican genéticamente mosquitos para que no transmitan la malaria noticia No ¿Qué hace que una abeja se convierta en reina? ¿Qué conclusión podemos extraer de estos estudios? Se puede concluir que no se necesita un cerebro muy complejo para poder realizar operaciones matemáticas sencillas, basta recordar que una abeja tiene tan solo un millón de neuronas. SOBRE EL AUTOR Pedro Gargantilla Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.