Que los hombres se quedaban en casa de sus padres y las mujeres se iban a la de otras familias parece ser una constante en la prehistoria. Hace unas semanas se publicaba el mayor árbol familiar del Neolítico con casi un centenar de miembros excavados en Francia. En los dos clanes estudiados, las mujeres llegaron de fuera. Ahora, en el extremo este del continente, han secuenciado el genoma de una familia de pastores formada por seis hermanos, sus siete mujeres, hijos y nietos. Sus parejas también eran ajenas a la comunidad. En este enterramiento colectivo hay un misterio: no hay mujeres genéticamente emparentadas con los hombres, salvo niñas pequeñas.