Todavía no habían dejado de crecer las volutas de humo de la explosión espectacular de Starship , y una realidad se hizo más aparente que nunca: de este cohete colosal, pero todavía lejos de ser fiable, dependen las grandes ambiciones de la NASA. Esas ambiciones – regresar a la Luna , la eventual llegada a Marte- van de la mano de la empresa privada. Es una apuesta que la agencia espacial estadounidense hizo hace casi dos décadas y que debería empezar a dar frutos pronto. La pieza central de esa apuesta es SpaceX, el gigante de la industria espacial privada, liderado por Elon Musk. La explosión el pasado jueves de su juguete estrella, el cohete Starship, supone que el calendario para volver a poner el pie en la Luna -2025- se antoje casi irrealizable. Pero nadie en la NASA cuestiona un modelo por un incidente convencional en una fase de prueba. «A lo largo de la historia, los grandes logros siempre han requerido riesgos calculados, con grandes riesgos llegan grandes recompensas», escribió en Twitter el máximo responsable de la NASA, Bill Nelson . «Con ganas de saber todo lo que SpaceX aprenda de esto, del próximo vuelo de prueba y más allá», añadió en clara confirmación del compromiso y confianza en la compañía de Musk. «Hemos aprendido mucho para el próximo lanzamiento de prueba, dentro de unos meses», reaccionó en la misma red social -de su propiedad- Musk. El excéntrico multimillonario sudafricano, inclinado a la broma y a no dejar títere con cabeza, siempre tiene buenas palabras para NASA. La cordialidad entre la agencia espacial y el gigante privado espacial tiene una explicación clara: se necesitan. Al menos, de momento. Una relación estrecha con el sector privado La NASA siempre ha tenido una relación estrecha con el sector privado. La agencia espacial ha requerido de las grandes compañías aeronáuticas estadounidenses para desarrollar sus programas y misiones. El paradigma comenzó a cambiar con el final de la era de los transbordadores espaciales, durante la presidencia de George W. Bush. Fue él quien en 2004 anunció la jubilación de esas naves que transportaban astronautas a la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés), pero que suponían costes enormes y tenían una capacidad operativa limitada. Bush puso sus ojos en regresar a la Luna, algo que EE.UU. logró con eficacia inusitada en varias ocasiones desde el paseo inaugural de Neil Armstrong y Buzz Aldrin y hasta 1972. Anunció el desarrollo de un programa de cohetes de gran capacidad, el Space Launch System (SLS) y la cápsula tripulada Orion. Esos planes se vieron pronto lastrados por un problema histórico de la NASA: la sangría de fondos públicos. Después de tres décadas sin conseguir grandes logros espaciales, y ante la realidad de tener que esperar muchos años para lograr volver a la Luna, la agencia espacial se planteó un cambio: convertirse en cliente. La NASA abrió la mano a pagar servicios a empresas privadas incipientes para tareas como llevar cargamentos o astronautas a la ISS (tras la jubilación de los transbordadores, primero dependió de las Soyuz rusas; y desde 2020 utiliza las Crew Dragon , propiedad precisamente de SpaceX, para la mayor parte de sus transportes de astronautas). SpaceX era entonces un proyecto visionario, con la ambición de Musk de colonizar Marte, pero que daba tumbos. Estuvo a punto de quebrar con los problemas que tuvo su primer cohete, el Falcon 1. Después, el pago de la NASA para el desarrollo de Falcon 9, uno de sus cohetes más usados, fue el músculo financiero que permitió sobrevivir a SpaceX. Ahora la compañía hace dinero con muchos proyectos -turismo espacial privado, envío de carga y astronautas a la ISS, puesta en órbita de satélites-, pero sus mejores clientes siguen siendo los contribuyentes de EE.UU. La NASA siguió adelante con el desarrollo de SLS y de Orion, pero SpaceX tiene una gran ventaja competitiva que expande las posibilidades de la conquista espacial: todos sus cohetes son reutilizables. La compañía de Musk realiza ya cada año decenas de lanzamientos en los que sus cohetes vuelven a aterrizar. Eso supone un ahorro inmenso. Una apuesta clara por SpaceX La apuesta total de la NASA por SpaceX se concretó en 2021, cuando decidió poner en sus manos una pieza central de su programa Artemis, el que devolverá al hombre a la Luna. Los ingenieros de Musk serán los encargados de llevar a los astronautas desde una órbita lunar hasta la superficie del satélite. Es un proyecto por el que la NASA ha pagado 2.900 millones de dólares y que de depende de que el Starship sea fiable. Este es el cohete de mayor potencia diseñado hasta la fecha y requiere de completar una serie de hitos revolucionarios. Space X pretende mandar cohetes Starship a la órbita de la Tierra y dejar tanques de combustible que después se acoplarán a las naves en siguientes fases. La misión Artemis III, la del primer regreso a la Luna desde 1972, cuenta con un baile complejo entre los sistemas de la NASA y de SpaceX. Los astronautas despegarán de la Tierra con el SLS de la agencia espacial, dentro de su cápsula Orion. Pero serán recogidos en la órbita de la Luna por la nave de SpaceX para llevarlos hasta la superficie lunar. De momento, la parte de la NASA ha cumplido con sus objetivos. En diciembre pasado, la misión Artemis I -un viaje no tripulado a la Luna- fue un éxito, dentro de un gran año para la NASA, con el comienzo del envío de imágenes del telescopio James Webb y la misión DART para cambiar la trayectoria de un asteroide. Ahora es el turno de SpaceX y el lanzamiento de este jueves no invita al pesimismo -no es la primera vez, ni será la última, que la compañía tiene explosiones en sus lanzamientos de prueba, su lema es ‘equivocarse rápido, aprender más rápido’-, pero sí a dudar del calendario. Noticia Relacionada estandar Si De la ‘cafetera espacial’ al único prototipo que sobrevivió al aterrizaje: la mitad de las naves de Elon Musk acabaron en llamas P. Biosca Los cohetes comenzaron a testarse a partir de 2019, si bien pocos han despegado con éxito La NASA depende de que Musk cumpla para ir adelante con sus planes. Pero no parece preocupada por ello. Incluso ha doblado la apuesta en SpaceX: el pasado noviembre, cerró otro contrato, esta vez de 1.200 millones de dólares, para diseñar otro sistema que permitirá a su cohete acoplarse con Gateway, la plataforma que orbitará la Luna y que la NASA ha diseñado para facilitar una presencia constante en el satélite. MÁS INFORMACIÓN noticia No ¿Por qué algunos insectos voladores se sienten atraídos por la luz? noticia No Un extraño líquido rezuma del fondo del mar SpaceX no tiene el monopolio de la colaboración privada con la NASA. La agencia espacial ha contratado con 14 compañías diferentes encargos para envíos al espacio en los próximo años. Pero el socio indispensable es el gigante de Musk.