Desde que existen, los seres humanos han tenido una forma de sobrevivir en el mundo distinta de la de otros animales, adaptándolo en lo posible a sus necesidades en lugar de amoldarse a él. Esta capacidad de transformación nos ha convertido en una especie exitosa, pero el progreso no ha sido gratis. La invención de la agricultura permitió la aparición de grandes ciudades, de la literatura y de todas las glorias de la civilización, pero también redujo drásticamente la variedad de la alimentación y ató a la mayoría al cultivo de la tierra. En las últimas décadas, la aceleración del progreso tecnológico y el sedentarismo han multiplicado las tasas de obesidad y diabetes, la vida moderna parece incrementar los problemas de salud mental y los dispositivos electrónicos nos están destrozando el sueño. En un libro de publicación reciente, Jennifer Heisz, especialista en salud del cerebro de la Universidad McMaster, en Ontario (Canadá), ofrece una respuesta casi universal a todos estos problemas de la civilización: el ejercicio físico.