Los animales de sangre fría, como los reptiles, dependen del mundo exterior para regular su temperatura corporal. Es fácil ver a los lagartos tumbados al sol, aprovechando los rayos más cálidos. Los de sangre caliente, como los mamíferos y las aves, conservan la temperatura a un nivel adecuado gracias a su metabolismo. Durante décadas los paleontólogos han debatido a qué grupo pertenecen los dinosaurios. Se les ha atribuido de todo. Tradicionalmente se les consideraba de sangre fría o ectotermos, para después pensar, al conocer su parentesco con las aves, que eran de sangre caliente o endotermos. E incluso surgió una propuesta intermedia para calificarlos de mesotermos, ni una cosa ni otra.
Ahora, científicos han utilizado por primera vez una innovadora técnica para conocer cuánto respiraban los dinosaurios en su última hora de vida, y han concluido que la mayoría eran de sangre caliente. En el grupo se incluye un animal tan mítico como el temible tiranosaurio rex.
Este no es el primer estudio que indica que los dinosaurios eran endotermos, pero hasta ahora se había llegado a esa conclusión con análisis indirectos, como la rapidez con la que crecían los dinosaurios. «Lo innovador de esta publicación es que estudia cómo fosilizan las moléculas en tejidos blandos, explica a este periódico Iris Menéndez, paleobióloga de la Universidad Complutense de Madrid y coautora de la investigación publicada en la revista ‘Nature’.
El nuevo método analiza una de las características más básicas del metabolismo: el uso de oxígeno. Cuando los animales respiran, se forman productos secundarios que reaccionan con proteínas, azúcares y lípidos, dejando atrás ‘desechos’ moleculares. Este desecho es extremadamente estable e insoluble en agua, por lo que se conserva durante el proceso de fosilización. Deja un registro de la cantidad de oxígeno que respiraba un dinosaurio y, por lo tanto, su tasa metabólica.
Los investigadores buscaron estos fragmentos de desechos moleculares en fémures y otros huesos fósiles con espectroscopia infrarroja, un método no destructivo. El equipo analizó los fémures y otros huesos fósiles de 53 especies diferentes de animales, incluidos los dinosaurios (tiranosaurio, hadrosaurio, triceraptos, estegosaurio, halosaurio); sus primos voladores, los pterosaurios; sus parientes marinos más lejanos, los plesiosaurios; y las aves, mamíferos y lagartos modernos. Compararon la cantidad de subproductos moleculares relacionados con la respiración con las tasas metabólicas conocidas de los animales vivos y utilizaron esos datos para inferir las tasas metabólicas de los extintos.
El equipo encontró que las tasas metabólicas de los dinosaurios eran generalmente altas. La mayoría de los dinosaurios, incluidos los terópodos y los saurópodos, los dinosaurios depredadores de dos patas, más parecidos a pájaros, como los velociraptores y el T. rex , y los herbívoros gigantes de cuello largo como los braquiosaurios, eran de sangre caliente. Sin embargo, los dinosaurios con caderas de lagarto, como los triceratops y los estegosaurios, tenían tasas metabólicas bajas comparables a las de los animales modernos de sangre fría. «Pero fue por una pérdida a posteriori, una adaptación a la ectotermia», señala Menéndez, quien se ha encargado de los análisis filogenéticos en el estudio.
Los investigadores se sorprendieron al descubrir que los dinosaurios de sangre caliente tenían tasas metabólicas comparables a las de las aves modernas, mucho más altas que las de los mamíferos. «Antes se pensaba que la sangre caliente era una innovación de las aves para poder volar y hemos visto que no es así, los dinosaurios ya la tenían», dice la investigadora.
No evitó la extinción
Cómo la endotermia pudo suponer una ventaja para los dinosaurios se desconoce. «Los dinosaurios con tasas metabólicas más bajas habrían sido, hasta cierto punto, dependientes de las temperaturas externas», dice en un comunicado Jasmina Wiemann, autora principal del artículo e investigadora postdoctoral en el Instituto de Tecnología de California. «Los dinosaurios de sangre fría también podrían haber tenido que migrar a climas más cálidos durante la estación fría, y el clima puede haber sido un factor selectivo de dónde podrían vivir algunos de estos dinosaurios».
Por otro lado, los dinosaurios de sangre caliente habrían sido más activos y habrían necesitado comer mucho. «Los saurópodos gigantes de sangre caliente eran herbívoros y se necesitaría mucha materia vegetal para alimentar este sistema metabólico. Tenían sistemas digestivos muy eficientes, y dado que eran tan grandes, probablemente era más un problema para ellos enfriarse que calentarse», señala. Mientras tanto, los dinosaurios terópodos, el grupo que contiene a las aves, desarrollaron metabolismos elevados incluso antes de que algunos de sus miembros desarrollaran el vuelo.
«Antes se pensaba que el no ser capaces de termoregularse pudo influir en la extinción de los dinosaurios (tras el impacto de un gran meteorito) en el Cretácido, al no poder adaptarse a los cambios climáticos que trajo la catástrofe. Pero los nuevos hallazgos cambian completamente el paradigma. Su extinción no estaba relacionada con esto para nada, hay que revisar todo y ver otras posibles causas», señala.
«Vivimos en la sexta extinción masiva», dice Wiemann, «por lo que es importante para nosotros comprender cómo los animales modernos y extintos respondieron fisiológicamente al cambio climático y las perturbaciones ambientales anteriores, para que el pasado pueda informar la conservación de la biodiversidad en el presente y informar nuestras acciones futuras».