Es una de las historias más fascinantes de la medicina. El investigador español Francis Mojica descubrió por casualidad, en 2003, que ciertos microbios de unas salinas de Alicante emplean unas tijeras moleculares para eliminar virus invasores troceando su material genético. La química estadounidense Jennifer Doudna y la bioquímica francesa Emmanuelle Charpentier se percataron en 2012 de que esas tijeras microbianas, bautizadas CRISPR, podían servir para modificar el ADN y acabaron ganando por ello el Premio Nobel. En 2016, el químico estadounidense David Liu inventó la segunda generación de las herramientas CRISPR, los editores de bases, más parecidos a un lápiz con goma, capaz de borrar una sola letra del ADN y sustituirla por otra. Hace un año, Alyssa, una adolescente británica de 13 años con una leucemia muy agresiva, se convirtió en la primera persona beneficiada por los editores de bases. Hoy Alyssa está en su casa, con una remisión completa de su cáncer. Los científicos implicados publican este miércoles los detalles de su caso y los de otros dos jóvenes.