Una ola de frío de 4.000 años acabó con los primeros pobladores del sur de Europa

Por 10/08/2023 Portal

Aproximadamente hace 1,8 millones de años, la primera especie humana que andaba sobre sus dos piernas (el célebre Homo erectus ) salió de África para colonizar Asia y Europa. Los primeros rastros de que, efectivamente, llegaron, datan de unos 300.000 años después. De hecho, la cara más antigua de aquellos primeros homínidos humanos que poblaron la península ibérica, con 1,4 millones de años de antigüedad, se encontró en Atapuerca hace algo más de un año. No son los únicos restos que superan el millón de años de estos primeros pequeños humanos que vivían en cuevas, eran carroñeros y practicaban el canibalismo. Pero en el registro fósil hay un ‘hueco’ que va, más o menos desde hace 1,1 millones de años a los 900.000. Ahora, un grupo internacional del que también forman parte investigadores españoles ha encontrado pruebas de una nueva hipótesis para ese ‘silencio fósil’: no se han encontrado huesos porque nuestros antepasados se extinguieron al sur de Europa debido a un periodo muy frío que duró unos 4.000 años. Los resultados acaban de publicarse en la revista ‘ Science ‘. Damos por hecho que los primeros humanos, una vez se extendieron por el mundo, se asentaron y se quedaron en el territorio, mezclándose quizás con otras especies, pero sin retroceder en su ‘conquista’. Sin embargo, el clima fue cambiando, y con él la vegetación y los animales que moraban la Tierra, incluidos los homininos (los homínidos del género Homo de los que descendemos), que en aquel tiempo eran más presas que cazadores e iban adaptándose a los cambios en la naturaleza. Les fue bien al principio: aguantaban las glaciaciones, que ocurren de forma cíclica cada aproximadamente 100.000 años, resguardándose en zonas que no se enfriaban tanto, como la península ibérica. Pero hace 1,2 millones de años, estos periodos de frío extremo, en los que gran parte de Europa y Norteamérica se congelan por completo, se recrudecieron. Noticia Relacionada estandar No Las raíces de la guerra: Hace 1,45 millones de años, nuestros antepasados ya se mataban entre sí José Manuel Nieves Un nuevo hallazgo sugiere que el objetivo era, muy probablemente, el de devorar a las víctimas Y hace 1,12 millones de años se produjo un evento extremo en el que lo que ahora es España registró temperaturas tan bajas como en el sur de Siberia, una situación que, además, se mantuvo durante unos cuatro milenios. Este episodio acabó con nuestros ancestros. «Quedaron apenas arbustos y desapareció toda la vegetación», explica a ABC Joan Grimalt, investigador del Instituto de Evaluación Ambiental e Investigaciones del Agua (IDAEA), perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), y uno de los autores del artículo. «Eran homininos, pero no eran H. sapiens, por lo que no conocían el fuego, algo que salvó después a sus predecesores, que tenían más herramientas para luchar aguantar las glaciaciones». Tampoco iban vestidos y seguramente su grasa corporal no estaba adaptada para superar este cambio abrupto en las temperaturas. Así que desaparecieron. Al menos en Europa y Asia, porque en África siguieron floreciendo. Cuando el clima mejoró, nuestros antepasados volvieron a expandirse de nuevo, regresando en una segunda oleada a latitudes más altas y ahora mejor acondicionados gracias a milenios de evolución. «No viajaban por curiosidad o gusto, sino que se desplazaban con los ecosistemas, poco a poco», dice Grimalt. Así fue como, después de generaciones y generaciones, volvieron los primeros humanos a Atapuerca, tal y como muestran los registros, como el del famoso Homo antecessor , que vivió hace unos 800.000 años (y considerado durante mucho tiempo el primer habitante europeo); también los antepasados de los neandertales (hace unos 500.000 años), seguidos del Homo neanderthalensis (50.000 años) y, finalmente, nosotros, el Homo sapiens , que hace unos 30.000 años llegó aquí para convertirse en la única especie superviviente. RECONSTRUCCIÓN DE DENNY, LA PRIMERA HUMANA CONOCIDA NACIDA DE UN DENISOVANO Y UNA NEANDERTAL El clima, la ‘alcahueta’ del romance entre denisovanos y neandertales El clima no solo afectó negativamente a la vida de los primeros humanos. También propició la mezcla y las relaciones entre grupos. La prueba está en nuestros genes: hoy llevamos la impronta de especies distintas a la nuestra; en concreto, neandertales y denisovanos, señal de que nuestros ancestros tuvieron algunos encuentros. También los hubo entre ellos: en 2018 se anunció el descubrimiento de Denny, una adolescente de 13 años que vivió hace unos 90.000 años y que es la primera humana hallada con genes de padre denisovano y madre neandertal, en la cueva de Denisova. «Denny, junto con otros individuos de ascendencia mixta encontrados en la cueva Denisova (Siberia), testifica que el mestizaje probablemente era común entre los homínidos humanos, y no se limitaba a nuestra propia especie», señalan los autores de un segundo estudio también publicado en ‘Science’ y firmado por algunos de los mismos investigadores del hallazgo de la glaciación hace 1,1 millones de años. Para desentrañar cuándo y dónde tuvo lugar la hibridación humana, el equipo de expertos en clima y paleobiólogos de Corea del Sur e Italia siguió un enfoque diferente. Usando evidencia paleoantropológica existente, datos genéticos y simulaciones de supercomputadoras del clima en la antigüedad, el equipo descubrió que los neandertales y los denisovanos tenían diferentes preferencias ambientales: los primeros habitaban los bosques templados y las praderas mientras que los segundos preferían ambientes más fríos, como bosques boreales o tundra. Es decir, estaban geográficamente separados. Pero todo cambiaba durante los periodos interglaciares cálidos, cuando la órbita de la Tierra alrededor del Sol era más elíptica y el verano del hemisferio norte se producía más cerca del Sol. Entonces, ambos hábitats se superpusieron, dando lugar a un mayor contacto entre las diferentes especies. La simulación de superposiciones de hábitats pasadas no solo coloca a la primera generación del híbrido de neandertal y denisovano (Denny) en un contexto climático, sino que también concuerda con otros episodios conocidos de mestizaje hace unos 120.000 y 78.000 años. Los resultados además indican que esta situación de superposición se dio 210.000 y 320.000 años. Para determinar aún más los impulsores climáticos del balancín de mestizaje este-oeste, los científicos observaron más de cerca cómo cambiaron los patrones de vegetación en Eurasia durante los últimos 400 mil años. Descubrieron que las elevadas concentraciones atmosféricas de CO2 y las suaves condiciones interglaciales causaron una expansión hacia el este de los bosques templados hacia el centro de Eurasia, lo que creó corredores de dispersión para los neandertales en las tierras de Denisovan. «Es como si los cambios climáticos glaciales-interglaciales crearan el escenario para una historia de amor humana única y duradera, cuyas huellas genéticas aún son visibles hoy», señala Jiaoyang Ruan, investigador postdoctoral en el Centro IBS para Física del Clima (ICCP), Corea del Sur y autor principal del estudio. La historia escrita en los sedimentos del mar Toda esta historia no solo está escrita en los huesos: en los últimos años, los científicos han aprendido a recabar información hasta del aire de las cuevas que habitaron nuestros antepasados. En este caso concreto, se combinaron los datos de los fósiles de diferentes yacimientos (entre ellos, Atapuerca), además de las pruebas fueron halladas en el mar. Concretamente en el sedimento del Océano Atlántico frente a las costas de Lisboa. Allí, se extrajeron testigos del suelo a diferentes profundidades. «En el mar hay algas que fabrican unos compuestos llamadas alquenonas para adaptarse a entornos con más o menos frío», explica Grimalt. En base a estos biomarcadores, los científicos pudieron reconstruir la temperatura del mar en ese periodo. «Y los océanos son el condicionante más importante del clima», apunta el investigador. Así es como observaron que la temperatura de la superficie del mar durante esta glaciación descendió por debajo de los seis grados (la mitad de calor que en un periodo glacial normal, que se registran unos 10 ºC; y muy por debajo del que se registra en periodos interglaciares como en actual, en torno a los 20 grados). «Anteriormente nunca se había registrado un periodo glacial tan fuerte y prolongado en el tiempo como este, que iguala niveles de periodos glaciales actuales». Los datos extraídos también de los núcleos de los sedimentos oceánicos apoyan esta hipótesis: «Los ríos y los vientos recogen trazas diminutas de polen de la tierra adyacente al océano, donde se hunden y se depositan en las profundidades del océano. Según nuestro análisis de polen del núcleo de sedimentos oceánicos, el evento de enfriamiento del Atlántico Norte cambió la vegetación de Europa occidental a un paisaje semidesértico inhóspito», agrega el Vasiliki Margari, investigador del University College de Londres y autor principal del estudio, en el que también ha intervenido el IBS Center for Climate Physics, Universidad Nacional de Pusan, Corea del Sur, en colaboración con investigadores de la Universidad de Cambridge, CSIC Barcelona, el Museo de Historia Natural de Londres, el Museo Británico y el Instituto UCL de Arqueología. MÁS INFORMACIÓN noticia No Rusia vuelve a la Luna después de casi medio siglo noticia No El Sol registra dos fuertes llamaradas en apenas unos días: ¿qué le ocurre a nuestra estrella y por qué está creciendo su actividad? A todas estas pruebas se le suma el mencionado ‘silencio’ en el registro paleontológico y arqueológico entre el periodo comprendido hace 1,1 millones de años y unos 900.000. «Todo esto demuestra que los homínidos hemos dependido del medio ambiente -señala por su parte Grimalt-. Y aunque nuestro nivel de adaptación ha mejorado mucho, estamos viendo que necesitamos un planeta armónico para seguir subsistiendo. Si seguimos así, dejaremos un escenario muy preocupante a nuestros hijos y nietos».