Decía Carl Sagan: «Qué cosa tan asombrosa es un libro… Un vistazo y estás dentro de la mente de otra persona, tal vez alguien que murió hace miles de años… Los libros rompen los grilletes del tiempo».
Es una buena metáfora de lo que sucede cuando leemos un libro. Sin embargo, no todos los libros son iguales. Algunos están basados en meras opiniones, otros, en algo más importante. Por ejemplo: ¿qué mesa de las dos que encabezan esta entrada es la más larga?
De la fe irracional al experimento
La fe irracional se basa en creer sin ver. El siguiente paso, defendido por Santo Tomás de Aquino, era el «ver para creer». De hecho, a muchos escépticos de cualquier asunto se les suele replicar «es que tú no lo has visto» o «si lo vieras, lo creerías».
Sin embargo, desde la década de 1640, existe otro nivel superior de conocimiento: el experimento, el método científico (en efecto, no hemos de esperar realmente encontrar ciencia fiable antes de que las comunidades científicas empezaran a tomar forma en la década de 1640).
Es un método tan revolucionario que relega el «ver para creer» al olvido, y de hecho le da completamente la vuelta. Porque si echamos un vistazo a las mesas de la imagen anterior, aseguraremos que la mesa de la izquierda es más larga que la mesa de la derecha. Sin embargo, si realizamos el experimento (medir con una regla ambas mesas), descubriremos que ambas son exactamente iguales. De repente, nuestro «ver para creer» ha quedado relegado a la categoría de anécdota (y encima falsa).
Así que el proceso de llegar a un concimiento cada vez más objetivo parece haber pasado ya por tres niveles: fe en lo que no se ve, fe en lo que veo, fe en lo que podemos explicar cómo vemos garantizando que siempre obtendremos la misma explicación para todas las personas y todas las cosas. Es decir, religión, opinión personal y ciencia.
Por eso, aunque la metáfora de Sagan es ciertamente inspiradora, no todos los libros son iguales. Porque hay libros religiosos. Libros en los que el autor aporta su opinión personal. Y libros escritos sobre años, o décadas, de experimentos.
Si la idea de la Gracia surge para diferenciar a los seres humanos de los animales (estamos en un escalón superior a ellos), la idea de cultura, como conjunto de ideas compartido, nació para diferenciar unos pueblos de otros (unos están en un escalón por encima de otros). El siguiente nivel fue el nacimiento de la ciencia, del experimento, que ya no conoce fronteras, que ya no pertenece a personas, que ya no pertenece a pueblos… nos trasciende a todos porque resulta más objetiva, fiable y atinada que todas nuestras opiniones individuales y colectivas.
El libro de un opinador sería como la impostura del típico tuitero que es anarcoprimitivista, le brillan los ojos con Thoreau, hace guiños al neoludismo, entona el mea culpa por la Pachamama… pero 24/7 está la turra en redes sociales con su smartphone. Es decir, opina y critica lo que nació de la experimentación, la ciencia y el progreso usando herramientas fruto de la experienciación, la ciencia y el progreso.
En la mítica serie Doctor Who, en un doble episodio dividido en dos partes, «Silencio en la biblioteca» (4×08), la acción tiene lugar en un planeta llamado La Biblioteca, que tiene continentes divididos en géneros (el ecuador son las biografías). Yo estoy convencido en qué continente me gustaría vivir sin necesidad de apelar a mi opinión personal. Y por si aún no ha quedado lo suficientemente claro, en el siguiente vídeo uso otra analogía (la de escalar montañas):
La imágen de las mesas, por cierto, es obra de Roger Shepard (1990), psicólogo y artista.
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La noticia
Ver no es suficiente para creer: tu opinión no vale tanto como crees
fue publicada originalmente en
Xataka Ciencia
por
Sergio Parra
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