Avi Loeb confirma que el objeto Im1, que cayó en el Pacífico en 2014, vino de otras estrellas

Por 30/08/2023 Portal

El 8 de enero de 2014, tres años antes del paso de Oumuamua , considerado hasta ahora como el primer objeto interestelar detectado por el hombre, los sensores del Departamento de Defensa de los Estados Unidos detectaron ‘algo’ penetrando a toda velocidad en la atmósfera terrestre y estrellándose después en el Océano Pacífico, frente a las costas de Papúa Nueva Guinea. Los datos relativos a ese evento, sin embargo, fueron clasificados por el gobierno norteamericano, ya que procedían de un sistema estratégico de defensa, el mismo que permite a EE.UU. identificar el lanzamiento de misiles en cualquier parte del mundo. Pero a Avi Loeb , el célebre astrofísico de la Universidad de Harvard, el objeto, clasificado como IM1 y de no más de un metro de diámetro, ya le había llamado poderosamente la atención. Por varias razones. En primer lugar, había entrado en la atmósfera a una velocidad de 45 km/s, muy superior a la de cualquier roca espacial conocida, y en segundo, no se desintegró a gran altura como suelen hacer las rocas espaciales debido a la fricción con el aire (que eleva la temperatura a más de 2.000 grados) sino que consiguió ‘bajar’ hasta situarse a apenas 17 km de altitud sobre el Pacífico, donde finalmente estalló, esparciendo sus restos en un área de más de 10 km de longitud. Noticia Relacionada estandar Si Avi Loeb, el astrofísico de Harvard que cree en los extraterrestres: «No estamos preparados para un contacto con alienígenas» José Manuel Nieves Es el científico de Harvard que desde 2017 se empeña en investigar la posibilidad de que Oumuamua, el primer objeto interestelar que atravesó el Sistema Solar, era parte de una antigua nave alienígena. Y ahora lo ha vuelto a hacer con unos restos hallados en el mar que piensa que tienen el mismo origen extraterrestre Datos clasificados Loeb pidió al gobierno norteamericano que le facilitara los datos precisos del objeto, pero no lo consiguió. Sin embargo, el 2 de marzo de 2022, hace poco más de un año, la NASA recibió una carta formal del Comando Espacial de los Estados Unidos , firmada por el Teniente General y Comandante en Jefe John E. Shaw, en el que confirmaba, con un 99,999% de confianza, que IM1 había seguido, efectivamente, ‘una trayectoria interestelar’. Quedaba así confirmado oficialmente que el primer objeto interestelar detectado por el hombre no había sido Oumuamua, que pasó sin detenerse a través de nuestro sistema planetario en 2017, sino IM1, cuya llegada se produjo tres años antes. Con esos datos, Avi Loeb publicó en noviembre de 2022 un artículo proponiendo sus ideas sobre el misterioso objeto: estaba claro que IM1 no procedía de nuestro propio Sistema Solar, sino que venía de mucho más lejos, de otras estrellas. Pero no solo eso, sino que su inusitada resistencia a la combustión podría deberse al hecho de que no se trataba de una simple roca, sino de un objeto metálico que bien habría podido ser artificial. Recuperar los restos Había, además, otra diferencia fundamental con Oumuamua: los restos de IM1 estaban aquí, en nuestro propio planeta, al alcance de cualquiera que se atreviera a ir a buscarlos. Si se localizaban, la ciencia tendría en sus manos, por primera vez, materiales forjados en otras estrellas. Y, quién sabe, puede que incluso restos de una nave o sonda construida por una remota inteligencia extraterrestre. La tentación era demasiado fuerte y, no sin recibir numerosas críticas, Avi Loeb montó una expedición científica para ir a buscar los restos de IM1 al Océano Pacífico. Y lo hizo solicitando ayuda económica privada, es decir, sin tocar ni un céntimo de los presupuestos oficiales que recibe la Universidad. A bordo del ‘Silver Star’ Loeb dirigió los trabajos entre el 14 y el 28 del pasado mes de junio. En una entrevista concedida a ABC el pasado 19 de agosto, Loeb aseguraba que «es nuestro deber averiguar la naturaleza de IM1, porque el objeto parecía anómalo en relación con el resto de las rocas espaciales y podría tener un origen tecnológico». El equipo estudia los restos hallados en el fondo del mar A. Loeb Misteriosas esferas Durante su expedición, Loeb y su equipo lograron recuperar del océano, a más de 2 km de profundidad, cerca de 700 esférulas milimétricas de aspecto metálico que quedaron adheridas a una especie de ‘rastrillo magnético’ con el que barrieron sistemáticamente los 10 km de fondo en los que los restos de IM1 habían quedado esparcidos. Ahora, junto a su nuevo libro ‘Interstellar’, que acaba de publicarse en Estados Unidos y en el que narra con todo detalle la expedición, Loeb acaba de hacer público el primer análisis de las esférulas, cinco de las cuales contienen una proporción de elementos (especialmente una aleación de uranio, níquel y lantano) completamente desconocida en el Sistema Solar. Lo cual, además, da alas a su hipótesis de que podría tratarse de un objeto artificial. El estudio se publicará próximamente en ‘The Astrophysical Journa’l, la misma revista científica en la que el astrofísico ya publicó sus dos anteriores trabajos sobre IM1 (aquí y aquí). Pero el propio Loeb insiste en que para confirmar la idea se necesitan más estudios. Un objeto diferente «¡Maravillosas noticias! – escribe Avi Loeb en el blog que le ha servido como diario de viaje durante la expedición-. Por primera vez en la historia, los científicos analizaron materiales de un objeto de un metro de tamaño que se originó fuera del sistema solar. El objeto iluminó el cielo sobre el Océano Pacífico hace casi una década y su brillante bola de fuego fue rastreada por satélites del gobierno estadounidense«. El equipo científico, prosigue Loeb, «acaba de completar el análisis inicial de 57 esférulas (de un total de casi 700) del lugar del accidente del primer meteoro interestelar reconocido, IM1». «La curva de luz de la bola de fuego -prosigue Loeb- mostró tres llamaradas, separadas por una décima de segundo entre sí. Antes de ingresar al sistema solar, IM1 se movía a una velocidad de 60 kilómetros por segundo en relación con el estándar local del resto de la Vía Láctea, más rápido que el 95% de todas las estrellas cercanas al Sol. Teniendo en cuenta que mantuvo su integridad a una velocidad de impacto en la Tierra de 45 kilómetros por segundo hasta una altura de 17 kilómetros sobre el Océano Pacífico, la resistencia de su material debe haber sido más dura que las 272 rocas espaciales documentadas por la NASA en el catálogo de meteoritos CNEOS, incluida la minoría del 5% de ellos que son meteoritos de hierro». A.Loeb Pronto, la última palabra Loeb explica que las esférulas están siendo analizadas «con los mejores instrumentos del mundo en cuatro laboratorios de la Universidad de Harvard, la Universidad de California en Berkeley, la Corporación Bruker y la Universidad de Tecnología de Papúa Nueva Guinea». Los resultados arrojarán más luz sobre la auténtica naturaleza de IM1. El científico, por su parte, cree que ahora que tenemos la tecnología necesaria, se encontrarán más objetos interestelares como IM1, que seguramente se cuentan por millones dentro de nuestro Sistema Solar. Y alguno de ellos , sostiene, «bien podrían ser piezas de basura espacial tecnológica de otras civilizaciones». En cuanto a las numerosas críticas que recibe de una buena parte de la comunidad científica, que le tachan de sensacionalista y poco riguroso, Loeb dijo a ABC en la entrevista del pasado 19 de agosto que «los expertos en rocas espaciales insisten en que todo lo que hay en el cielo debe ser piedra. Yo llamo a eso ‘la edad de piedra de la ciencia’. La única forma de obtener nuevos conocimientos científicos es tener una mente abierta a esos nuevos conocimientos, que primero se manifestarán como anomalías. Y en efecto, Oumuamua e IM1 son anómalos, porque no se parecen a las rocas espaciales que nos son familiares.