Desde hace décadas, la posibilidad de que otros animales ajenos al hombre muestren signos de inteligencia o sean capaces de manifestar sentimientos, ha sido objeto de un intenso debate científico. Esta misma semana, sin ir más lejos, la revista ‘Science’ publica un estudio sobre la cuestión, y la conclusión es que incluso los invertebrados, y no solo los mamíferos, son capaces de procesar sentimientos y de sentir emociones que les impulsan a adoptar determinadas conductas y comportamientos.
Quien haya visto en Netflix ‘Lo que el pulpo me enseñó’, el excepcional documental en que el cineasta sudafricano Craig Foster cuenta el día a día de su relación con uno de estos animales, tendrá más que claro que ni inteligencia ni emociones son algo exclusivo de nuestra especie.
[¿Son los pulpos una forma de vida extraterrestre?].Algo que parece haber demostrado un equipo internacional de investigadores dirigido por Nikolaus Rajewsky, del Centro Max Delbrück de Medicina Molecular de Berlín, cuyo estudio sugiere que los cerebros de los pulpos y otros cefalópodos fueron capaces de desarrollar una mayor complejidad de la misma forma en que lo hicieron los cerebros de los vertebrados, entre ellos los humanos. Los pulpos, según el estudio, publicado en biorxiv, utilizan muchos más reguladores de ARN, microARN o miARN, para controlar la actividad de sus genes.
«Mostramos -explican los investigadores- que la principal innovación de ARN de los cefalópodos de cuerpo blando es una expansión masiva del repertorio de genes de miARN. Las únicas expansiones de miARN comparables ocurrieron, sorprendentemente, en vertebrados». El miARN, según el estudio, está profundamente relacionado con la aparición de cerebros complejos.
Un cerebro muy complejo
El alto grado de inteligencia mostrado por pulpos, calamares y sepias es algo que lleva décadas intrigando a los biólogos, principalmente porque no se encuentra un nivel cognitivo similar en ningún molusco o entre los invertebrados en general. La inteligencia requiere de cerebros complejos, ¿pero cómo alcanzó esa complejidad el cerebro de estos animales?
Rajewsky y su equipo descubrieron que la gran cantidad de miARN en los cefalópodos, muy superior a la encontrada en otros invertebrados, es comparable con la cantidad presente en los vertebrados. En particular, surgieron más de 50 miARN en los ancestros de calamares y pulpos, y se han conservado desde que estos linajes se separaron hace más de 300 millones de años. Tal supervivencia sugiere que su función es importante. Y resulta intrigante que ningún otro invertebrado desarrollara tantos miARN.
La importancia del microARN
Existen diferentes tipos de moléculas de ARN. Las principales se conocen como ARN mensajeros y son copias de los genes que llevan instrucciones concretas a las ‘fábricas’ que producen proteínas en el interior de una célula. Por el contrario, los miARN, mucho más pequeños, no codifican proteínas, pero sí que pueden regular la actividad de muchos genes diferentes, cosa que normalmente hacen interactuando con muchos ARN mensajeros diferentes.
Según el estudio, tener un amplio abanico de miARN diferentes permitiría a los cefalópodos generar más tipos de neuronas y, por lo tanto, ser la base de una mayor complejidad cerebral. Los investigadores no han llegado a demostrar que éste sea exactamente el caso, pero sí que observaron que muchos de esos miARN son especialmente activos en los cerebros en formación de las crías de los pulpos. Un hallazgo que otros científicos han considerado ‘fascinante’.
«Proponemos -puede leerse en el artículo- que los miARN están íntimamente relacionados con la evolución de cerebros complejos en animales». Los resultados de la investigación, que aún no ha sido revisada por pares (el paso previo a su publicación en una revista científica) podría muy bien ser la respuesta al impresionante cerebro de los pulpos. En todo caso, y de eso no hay duda, los acerca un poco más a nosotros, los humanos.