El largo camino del charrán ártico: 80.000 kilómetros al año

Por 05/03/2022 Portal

El charrán común es un ave de mediano tamaño que tiene una coloración mayoritariamente pálida, con el dorso y las alas de color gris y la cola blanquecina. En su cabeza luce un capuchón negro muy visible y que varía de tonalidad dependiendo de la época del año.

Uno de sus parientes más cercanos es el charrán ártico (
Sterna paradisaea
) un ave que protagoniza una de las historias más extraordinarias del reino animal. A diferencia del charrán común, durante la época de cría su pico es totalmente rojo, al igual que las patas, las cuales adoptan una coloración grisácea oscura fuera de ese periodo del año.

Esta especie es monógama, se reproduce en las regiones árticas y subárticas de Norteamérica, Asia y Europa, ubicándose en Groenlandia la mayor concentración de colonias del mundo. Nidifican a nivel del suelo y su puesta anual oscila entre tres y cinco huevos.

Un viaje de dimensiones épicas
Una vez que ha tenido lugar la reproducción, a finales de agosto, se dirigen hacia el Océano Antártico. De esta forma, con apenas 125 gramos de peso, el charrán ártico realiza una de las migraciones estacionales más largas de todo el reino animal, pudiendo llegar a recorrer más de 80.000 kilómetros anuales.

Es un viaje no exento de peligros, que expone a estas aves a condiciones meteorológicas extremas y a un elevado desgaste energético, por lo que muchas de ellas perecerán antes de alcanzar su destino.

Se estima que esta ave puede vivir unas tres décadas, por lo que, tras un pequeño cálculo matemático, a lo largo de su vida habrá viajado en torno a 2,4 millones de kilómetros, una cifra equivalente a seis veces la distancia entre la Tierra y la Luna.

Gracias a diminutos dispositivos de rastreo, los científicos han observado que durante el viaje realizan una parada importante, que en ocasiones puede prolongarse hasta un mes, en una zona situada al norte de las islas Azores. Allí reponen fuerzas, alimentándose de peces y pequeños crustáceos marinos que capturan con vuelos picados y zabullidas.

Los investigadores han descubierto, además, que el charrán ártico es capaz de detectar corrientes oceánicas, lo cual es fundamental para su alimentación, ya que con ellas se elevan nutrientes que atraen al plancton, que a su vez es el reclamo de los peces pequeños que, finalmente, acabarán formando parte de la alimentación de los charranes.

El viaje de regreso es mucho más rápido
Seguidamente siguen su rumbo hacia el sur y a la altura de las islas de Cabo Verde las bandadas de charranes se dividen en dos poblaciones, una que viaja por África y otra que lo hace por Sudamérica, por la costa de Brasil. Ambos grupos llegarán a la Antártida en el mes de diciembre, en torno a cuatro meses después de haber salido de sus campamentos de Groenlandia.

En el destino la vida tampoco es sencilla, tienen que sortear no pocos peligros, desde depredadores naturales como el visón, hasta la pérdida del hábitat o de presas clave, como consecuencia del cambio climático. En cualquier caso, el riesgo merece la pena, ya que aprovechan su estancia en la costa antártica para zambullirse en busca de kril y de otros alimentos durante largas jornadas.

Allí permanecerán hasta mediados de abril del año siguiente, momento en el cual inician el viaje de regreso. Este será mucho más rápido, gracias a que aprovechan la inestimable ayuda que les ofrece los vientos. De esta forma, en apenas dos meses están nuevamente en su hogar del norte, llegan exhaustos pero listos para aparearse.

Con el retorno el charrán ártico cierra su ciclo anual, un viaje que une los dos polos, uno en donde se reproduce y otro en el que pasa el resto de su tiempo no reproductivo.

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.