Los rayos constituyen uno de los fenómenos más poderosos y fascinantes de la naturaleza. Pero aún es mucho lo que nos queda por saber de ellos. Cuando hablamos de rayos, pensamos siempre en una poderosa fuerza eléctrica que, desde las nubes, descarga toda su fuerza en tierra. Pero los científicos han podido comprobar que no siempre es así. La proliferación de satélites y naves espaciales fuera de nuestra atmósfera, en efecto, ha propiciado el descubrimiento de enormes rayos que brotan de las nubes… pero en dirección contraria, es decir, hacia arriba, sacudiendo la estratosfera con un tremendo chorro eléctrico de intensas tonalidades azules. El fenómeno es del todo impredecible, y suele ocurrir fuera de la vista de la inmensa mayoría de las personas, ya que se produce en la parte superior de una densa capa de nubes de tormenta. Estos rayos, que pueden superar los 80 km de altura, son los más raros y potentes que se conocen, ya que emiten unas 50 veces más energía que un rayo típico (de los que caen al suelo). Y ahora los científicos acaban de identificar al más poderoso que se conoce hasta ahora. El rayo más potente En un estudio recién publicado en ‘ Science Advances ‘ y dirigido por investigadores del Instituto de Tecnología de Georgia , los científicos han analizado el gigantesco chorro de energía que en 2018 salió disparado hacia el cielo desde una nube de tormenta en Oklahoma. Solo aquel rayo fue capaz de mover cerca de 300 culombios de energía, desde la parte superior de la nube hasta la ionosfera inferior, la capa que separa la atmósfera de la Tierra del vacío del espacio. Esa cantidad multiplica por 60 los 5 culombios de un rayo de tormenta típico. Según escriben los investigadores, aquella transferencia de carga «fue casi el doble de la más grande anterior de uno de estos chorros y es comparable a la mayor jamás registrada en rayos que caen en tierra». El equipo también pudo determinar que los canales de aire ionizado a lo largo de los cuales se produce la descarga del rayo estaban extremadamente calientes, a más de 4.700 grados, mucho más que en cualquier rayo convencional. Un golpe de suerte Conseguir datos tan detallados de un rayo tan masivo necesitó de una buena dosis de suerte. Todo empezó cuando Chris Holmes, un científico ciudadano con sede en Hawley, Texas, filmó el espectacular chorro el 14 de mayo de 2018 y observó cómo la gigantesca descarga salía disparada de la parte superior de una nube antes de conectarse con partículas cargadas en la ionosfera, a casi 100 km por encima del suelo. Más tarde, los científicos que analizaron la imagen se dieron cuenta de que, afortunadamente, el fenómeno se produjo muy cerca de una gran matriz de mapeo de rayos, una red de antenas de radio en tierra que se utilizan para medir las ubicaciones y los tiempos que duran las descargas eléctricas. El enorme chorro también estaba dentro del alcance de varios radares meteorológicos, así como de una red de satélites de observación atmosférica. Combinando los datos de estas distintas fuentes, los investigadores pudieron averiguar el tamaño, la forma y la cantidad de energía liberada por el gigantesco rayo invertido con un detalle sin precedentes. Y descubrieron que las emisiones de ondas de radio de más alta frecuencia procedían de una serie de pequeñas estructuras llamadas ‘serpentinas’, que se desarrollaron en la punta del rayo y que, en palabras de Levi Boggs , primer firmante del estudio, «crearon una conexión eléctrica directa entre la parte superior de la nube y la parte inferior de la ionosfera». Mientras, el grueso de la corriente eléctrica fluía muy por detrás de las serpentinas. Los datos también mostraron que mientras las serpentinas estaban relativamente frías, con una temperatura de aproximadamente 204 grados, el canal principal del rayo estaba muy caliente, a casi 4.700 grados centígrados. Una discrepancia que es común a todos los tipos de rayos. ¿Por qué se producen? ¿Pero cuál es la razón de que a veces los rayos se disparen hacia arriba en lugar de caer al suelo? Los investigadores no lo tienen aún muy claro pero es posible, escriben, que algún tipo de ‘bloqueo’ impida que esos rayos escapen por la base de las nubes y que, por tanto, se vean ‘obligados’ a ir en dirección contraria. Se da la circunstancia de que la mayor parte de estos rayos gigantes se producen típicamente en tormentas que no descargan muchos rayos en tierra. En palabras de Boggs, «por alguna razón, generalmente se da una supresión de las descargas de las nubes al suelo. Y en ausencia de las descargas de rayos que normalmente vemos, el chorro invertido y gigantesco puede aliviar la acumulación de exceso de carga negativa en la nube». MÁS INFORMACIÓN Nuevas pistas sobre el origen de la Luna Resuelto el misterio de los asteroides que escupen piedras El equipo notó también que estos chorros gigantes se observan con mayor frecuencia en las regiones tropicales. Lo que hace que el rayo que batió todos los récords en Oklahoma sea aún más notable. En cualquier caso, se necesita más investigación, y mucha más suerte, para poder terminar de comprender estos extraños rayos invertidos.