El mundo de los espacios cuánticos es apasionante. Entre ecuaciones, gatos y paradojas, podemos encontrarnos a Dios jugando a los dados. Todo es posible. Porque en el mundo de las partículas, la imaginación siempre es más grande que la realidad entera desde que, un buen día, el físico irlandés G. J. Stoney (1826-1911) estableció la hipótesis de una unidad mínima de carga eléctrica a la que bautizó como electrón.