La curiosa historia del clavo de anclaje

Por 05/11/2022 Portal

A finales de diciembre del año 2021 se encontró, en un yacimiento arqueológico romano situado a poco más de un centenar de kilómetros al norte de Londres, el esqueleto de un hombre con un clavo atravesado en su talón. Según los investigadores este hallazgo es la mayor evidencia hasta la fecha de una crucifixión, el brutal castigo romano. El verdugo perforó el talón derecho del reo y lo fijó a un tablón de madera. Allí, el condenado, que rondaba la treintena, agonizó durante horas o días hasta morir deshidratado y asfixiado, a medida que su musculatura inspiratoria se quedó sin la suficiente energía como para permitir el intercambio gaseoso. Los clavos, como invención, surgen en los orígenes de la humanidad. Y es que fueron nuestros antepasados los que tuvieron la necesidad de fabricar un adminículo que pudiera unir dos superficies de madera. Su enorme versatilidad ha propiciado que, a pesar del tiempo transcurrido, todavía siga siendo una herramienta insustituible, que podemos encontrar en ámbitos tan diferentes como son la construcción, la carpintería o la herrería. Los primeros, de hueso Los clavos actuales suelen estar fabricados en acero al carbón, con punta de diamante, un material muy diferente al de los primigenios que, muy posiblemente, fueron confeccionados a partir de huesos de animales y madera. El paso de la madera al hierro debió producirse en la Edad de Hierro y algunos investigadores apuntan que tanto los egipcios como los mesopotámicos ya los conocían y empleaban de forma habitual hace 4.000 años. En muy poco tiempo se debieron hacer imprescindibles no solo para construir casas de madera o pequeñas embarcaciones sino también para confeccionar zapatos y algunos objetos artesanales. Sabemos que, algún tiempo después, fenicios, egipcios y griegos empleaban clavos con una connotación más espiritual, puesto que con ellos fijaban a sus muertos para evitar que pudieran regresar al reino de los vivos. Más adelante el naturalista Plinio el Viejo, que vivó en el siglo I de nuestra era, describe cómo en aquella época se clavaban los fallecidos por enfermedad, ya que de esta forma se pensaba que se podría evitar la propagación de miasmas. El alfabeto hebreo está formado por veintidós letras, cada una de las cuales está cargada de un enorme simbolismo. Una de ellas –la letra vav- simboliza al clavo, como alegoría de unión. En la Cábala la letra vav tiene la singularidad de interrelacionar los elementos de la creación y de poder cambiar el pasado desde el futuro. Cien clavos bien valen un centavo Durante muchos siglos el hierro se calentaba con carbono para formar una masa densa y esponjosa que, posteriormente, adoptaba la forma de barras cuadradas a las que se dejaba enfriar. Tras recalentar la varilla en una forja el herrero cortaba el clavo y martilleaba los cuatro lados, suavizándolos. Era entonces cuando insertaba la pieza caliente en un agujero y con cuatro golpes de martillo se formaba la cabeza. No fue hasta finales del siglo XVI cuando se inventó una máquina para hacer los clavos de forma mecánica, a pesar de que el acabado final tuviese que realizarse a mano y que la cabeza del clavo fuese habitualmente un trozo del mismo doblado en ángulo recto. En el siglo XIX los clavos comenzaron a fabricarse en serie y los realizados a mano fueron declinando paulatinamente hasta desaparecer a comienzos del siglo siguiente. En este momento aquella labor artesanal ha desaparecido completamente. MÁS INFORMACIÓN noticia No La avefría, el heraldo del mal tiempo noticia No El misterio del nenúfar gigante que nace hembra y muere macho Para finalizar una última curiosidad, se piensa que el término «centavo» se empleó en la Inglaterra del medioevo para referirse al precio que costaba un centenar de clavos, los cuales era tan valiosos que en muchas ocasiones se utilizaban como moneda de trueque. SOBRE EL AUTOR Pedro Gargantilla Médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.