La flor más grande y pestilente del planeta

Por 02/10/2022 Portal

Durante mucho tiempo el Olimpo vegetal para la flor de mayor tamaño de nuestro planeta estuvo reservado a la Rafflesia arnoldii , una planta parásita que vive en el sureste asiático y que tiene una flor hercúlea que puede llegar a alcanzar un metro de diámetro y casi siete kilos de peso. Sin embargo, ese pódium le ha sido usurpado por la Aristolochia grandiflora –la flor del pelícano -, una planta originaria del Caribe dotada de un apéndice floral que puede llegar a alcanzar los tres metros de longitud. Esta planta tiene una distribución geográfica muy amplia que incluye las franjas tropicales, subtropicales y templadas de prácticamente todos los continentes, si bien casi tres cuartas partes de los especímenes viven en América. La Aristolochia florece, aproximadamente, a los seis meses de edad y tiene una forma que a muchos recuerda a la bolsa de los pelícanos, de donde procede su nombre vernáculo. Sus ramas se apoyan sobre otras plantas para trepar, puesto que carece de estructuras (zarcillos) que la faciliten ese hábito. Los márgenes de sus hojas –que pueden superar los 20 cm de longitud– se curvan dando al conjunto una morfología que se asemeja a la de un corazón. Esta planta se cultiva frecuentemente con fines ornamentales, debido al exotismo de sus flores, que suelen ser solitarias y de forma tubular, con una base de menor diámetro que se ensancha en su porción final. Desde el punto de vista cromático, las flores varían desde el rojo hasta el púrpura, con líneas y manchas blancas, teniendo en su centro una coloración amarillenta. Exhalan un aroma similar a la carne podrida o a camarones en descomposición, un hedor que atrae a escarabajos y moscas de toda clase y condición. Habitualmente la flor mantiene a estos insectos prisioneros durante 24-48 h para finalmente liberarlos, de esta forma consigue que su cuerpo se impregne del polen que luego propagarán facilitando la perpetuidad de sus genes. Protectora de mariposas En la biblioteca del Real Jardín Botánico de Madrid hay una lámina a todo color realizada con témpera sobre papel de una Aristolochia y que fue realizada durante la Real Expedición Botánica del Virreinato de Nueva Granada (1783-1813), una empresa científica que fue dirigida por el médico y sacerdote ilustrado José Celestino Mutis (1732-1808). Este dibujo forma parte de la colección de 7.000 láminas de plantas que realizaron los expedicionarios durante el reinado de Carlos III. Y es que la Expedición Botánica fue un perfecto maridaje entre ciencia y arte. En algunos lugares de Sudamérica la medicina tradicional ha atribuido a la Aristolochia ciertas propiedades curativas lo cual ha propiciado que haya sido usada durante mucho tiempo como antidepresiva, antimalárica, antiasmática o astringente. Su nombre científico ya nos indica que también fue empleada para acelerar los partos (del griego aristos, que es útil, y locheia, nacimiento). En uno de sus tratados el orador romano Cicerón señaló otra propiedad terapéutica: antídoto frente a las mordeduras de serpiente. A pesar de todas estas bondades la Aristolochia puede tener efectos tóxicos en los seres humanos, especialmente a nivel hepático o renal, ya que contiene una toxina (ácido aristolóquico) que es cancerígena. Esta sustancia ha provocado que su consumo esté actualmente prohibido en la Unión Europea MÁS INFORMACIÓN noticia No Códices iluminados: los libros donde se reflejaban plantas para expulsar al demonio noticia No La botánica oculta tras las obras de William Shakespeare Una última singularidad, la Aristolochia también atrae a algunas mariposas, a las cuales alimenta y protege, al ‘cargarlas’ de toxinas capaces de repeler a sus depredadores. SOBRE EL AUTOR Pedro Gargantilla Médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.