Mary Anning, la mujer que revolucionó el conocimiento de los dinosaurios

Por 06/11/2022 Portal

En 1847 Henry de la Beche, el presidente de la Royal Geological Society, publicó en el boletín de la institución un emotivo obituario: «…tenía que ganarse el pan de cada día con su trabajo, contribuyó con su talento e incansables investigaciones en no poca medida a nuestro conocimiento…». Lo verdaderamente curioso de esta misiva era que se trataba de la primera vez que se escribía en honor a alguien que no era miembro de la Sociedad y que, además, esa persona era una mujer. Su nombre era Mary Anning y había nacido cuando el siglo dieciocho daba sus últimos compases en la localidad de Lyme Regis, en la costa occidental de Inglaterra. Esta zona, geológicamente, tiene una antigüedad de unos ciento ochenta y cinco millones de años, por lo que actualmente es conocida como la Costa Jurásica. Una profesión de riesgo Mary nació en el seno de una familia protestante, perteneciente a un grupo conocido como los «disidentes», que se ganaba la vida como ebanista y vendiendo los fósiles que encontraban. La mayoría eran amonites, belemnites y otros invertebrados por los que apenas cobraban unos chelines. La recolección de los fósiles era una actividad de enorme riesgo que requería caminar y saltar bajo acantilados impracticables, en los cuales se producía con frecuencia deslizamiento y caídas de piedras. De hecho, la causa del fallecimiento del padre de Mary fue una caída desde lo alto de un acantilado. Tanto Mary como su hermano Joseph, acompañados de su perro Tray, no tardaron en contribuir a la búsqueda y venta de fósiles. Sabemos que en 1810 fueron precisamente ellos los que realizaron un gran hallazgo: el cráneo de un ictiosaurio, que en un principio pensaron que se trataba de un cocodrilo. Al año siguiente Mary descubriría el resto del esqueleto gracias a un corrimiento de tierras que lo dejó al descubierto. Ya no había dudas se trataba de un reptil marino extinto con el aspecto de un delfín de gran tamaño. Aquellos restos pasaron a formar parte, inicialmente, de la colección del naturalista William Bullock y más adelante del Museo de Historia Natural de Londres. Uno de los padres de la Paleontología Aquel descubrimiento generó un gran número de publicaciones científicas y religiosas –algunos consideraban que era la prueba irrefutable de que había existido un Diluvio Universal- en las que, evidentemente, no se citaba a su descubridora. Fue preciso esperar una década más para que Mary encontrase otro esqueleto similar al anterior, confirmándose definitivamente la existencia de aquel animal prehistórico. En esta ocasión hubo una referencia explícita a Mary en un artículo publicado en el ‘Bristol Mirror’. Allí el autor se refería a ella como «perseverante mujer». Y es que la clase social y el sexo eran dos trabas insalvables en la encorsetada Inglaterra decimonónica para que Mary Anning ocupase el lugar que se merecía en el campo de la Paleontología. En 1840 con el dinero que había conseguido de la venta de fósiles pudo abrir su propia tienda, decorada con un ictiosaurio, en la que mostraba a los curiosos que por allí se acercaban parte de su colección. Poco a poco su nombre empezó a hacerse un hueco entre las autoridades científicas del momento e, incluso, se atrevió a discrepar con expertos, tal y como hizo en 1839 cuando envió una carta al ‘Magazine of Natural History’ tras el descubrimiento de un fósil de Hybodus –un tiburón prehistórico-. MÁS INFORMACIÓN noticia No El misterio del nenúfar gigante que nace hembra y muere macho noticia No La física que se esconde detrás del desplome de los puentes colgantes Fue en la última década de su vida cuando Mary gozó de un discreto reconocimiento y, a partir de 1838, de un salario anual de la Asociación Británica para el avance de la Ciencia. Afortunadamente con el paso del tiempo la situación cambió y este momento su figura ocupa el lugar que se merece por su contribución al conocimiento de los grandes saurios.