Una marabunta de periodistas se acercó precipitadamente a Tim White el 9 de febrero, cuando tomaba algo en la terraza de un bar de Burgos. El investigador, una leyenda viva de la ciencia, no se esperaba semejante atención mediática, pese a ser responsable de descubrimientos que han cambiado la forma en la que la humanidad se ve a sí misma. “Las cámaras se acercaron a mí, pero pasaron de largo”, recuerda ahora entre carcajadas. No iban a por él, sino a por otro hombre sonriente que estaba, por casualidad, unos metros más allá: Pablo Casado, el dirigente del Partido Popular que, por entonces, se veía como el futuro presidente del Gobierno de España.