Por qué algunas sandías no tienen pepitas

En la naturaleza existen especies diferentes que pueden hibridar, esto es, reproducirse y tener descendencia. Ahora bien, la descendencia puede ser viable, llegando a crear una especie nueva, o bien estéril, de forma que los híbridos acaban desapareciendo. Esto último es lo que sucede con la mula -híbrido estéril conseguido a partir del cruce de una yegua con un burro- y con el burdégano –híbrido estéril de un caballo y una burra-. En ambos casos los animales seleccionados son estériles porque sus progenitores tienen una dotación cromosómica diferente, ya que la meiosis, en la cual se produce la formación de los gametos, se detiene antes de finalizar. Para que una sandía forme los frutos es preciso que los insectos polinizadores –fundamentalmente abejas y abejorros- transporten el polen desde las flores masculinas hasta las femeninas. Se calcula que, al menos, se necesitan 500 granos de polen para que se produzca la fecundación y esto se consigue con no menos de una decena de visitas de los insectos a cada flor. En el caso de la sandía, como sucede también con otras frutas, los ejemplares que no tienen semillas son mucho más apetecibles y demandados por la sociedad. Para que podamos comprender la trascendencia de este gusto culinario baste un dato: en el año 2003 el porcentaje de sandías sin semillas frente a la variedad normal era del 57% en el mercado estadounidense, una cifra que se ha elevado por encima del 85% en este momento. Sandías triploides A pesar de que podamos pensar a priori que la sandía sin semillas es una creación reciente tenemos que remontarnos al año 1939 para asistir al nacimiento de la primera sandía de esta variedad. Fue la derivada final de los experimentos del científico japonés H Kihara, profesor de la Universidad de Kyoto. Lo consiguió creando una sandía con un número de cromosomas superior (cuatro pares) al que existe habitualmente en la naturaleza (dos pares). Kihara obtuvo sandías 4n con la ayuda de un producto químico: la colchicina. Una vez logradas las sandías 4n el siguiente paso fue cruzar polen femenino de sandías tetraploide (4n) con polen masculino de sandías diploide (2n) o «normales», obteniendo sandías con tres juegos de cromosomas (triploide). Las sandías triploides, al igual que sucede con las mulas y los burdéganos, son incapaces de formar semillas en su interior, es decir, carecen de pepitas. En definitiva, cuando comemos una sandía sin pepitas no estamos comiendo fruta transgénica, sino el resultado de una hibridación o selección. Ahora bien, estos experimentos tienen también su contrapartida, en este caso económica. Las plantas tetraploides produce únicamente un 5-10% de semillas en relación a la planta diploide, lo que explica que el precio que alcanzan en el mercado sea mucho más elevado que el de la variedad tradicional. Realmente, la sandía sin semillas tiene semillas inmaduras, por ese motivo a este tipo de frutas se las denomina «estenospermocárpicas» –del griego stenos, delgado, spermio, semilla y karpós fruto-. MÁS INFORMACIÓN noticia No ¿Por qué las hormigas caminan en fila? noticia No ¿Por qué sale ‘humo’ de una taza de café caliente? En cualquier caso, la sandía no es la única fruta que ha sido modificada por la intervención del ser humano, antes de ser «domesticados» los plátanos tenían semillas, al igual que la mayoría de las uvas y las clementinas. En el caso de las uvas se cruzan diferentes variedades seleccionando aquellas que van teniendo menos semillas hasta que se consigue una que no tenga semillas. SOBRE EL AUTOR Pedro Gargantilla Médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación, en este espacio de ‘Ciencia cotidiana’ explica la ciencia detrás de los fenómenos que vivimos en nuestro día a día.