En 1950 la tarjeta Diners Club se convirtió en la primera tarjeta de crédito moderna, al parecer surgió cuando su fundador, Frank McNamara , se dejó la cartera en casa cuando salió a cenar una noche. El funcionamiento de aquella primigenia tarjeta era muy sencillo: los clientes cargaban su cena en ella y el restaurante enviaba la factura a Diners Club, el cual, a su vez, enviaba el pago directamente al banco del restaurante, llevándose una pequeña comisión por la transacción. Un rectángulo áureo Desde entonces el sistema de pago ha evolucionado bastante pero quizás no tanto las dimensiones de las tarjetas. Se podría pensar a priori que se hicieron para que pudieran entrar en las carteras convencionales, pero no fue así, su tamaño seguía los dictámenes relacionado con la belleza geométrica. Todas las tarjetas de crédito tienen un tamaño bastante peculiar: si se divide el ancho (8,6 cm) entre el alto (5,4 cm) se obtiene una cifra próxima a 1,618. Este número se conoce como áureo o dorado y se obtiene al realizar una división en la que el numerador es la suma de uno más la raíz cuadrada de cinco, y el denominador es 2. Las tarjetas son un rectángulo áureo, definido como aquella figura geométrica que al restarle el mayor cuadrado posible se obtiene un rectángulo con la misma proporción entre su lado mayor y su lado menor que el inicial. Pero no solamente tienen esta proporción las tarjetas de crédito, también la encontramos en el DNI, el carnet de conducir, la tarjeta de la Seguridad Social o el carnet de la biblioteca . De alguna forma, se podría decir, que 1,618 es un número que nos acompaña durante toda la vida en nuestras carteras y bolsos. La perfección de la irracionalidad 1,618 es un número irracional conocido como phi, también llamado número áureo, de oro o de Fibonacci, un concepto sobradamente conocido y estudiado por los matemáticos de todos los tiempos. Se trata de una proporción que es conocida por su belleza, ya que a la mayoría de las personas les parece agradable a la vista. Euclides, tres siglos antes de Cristo, en su obra «Los elementos» definió que dos números positivos «a» y «b» guardan una relación aurea si y solo si (a+b)/a = a/b. En el siglo XVI Alberto Durero publicó su «Instrucción sobre la medida con regla y compás de figuras planas y sólidas» en donde describió cómo trazar con regla y compás la espiral basada en la sección áurea –la espiral de Durero-. Curiosamente también podemos aproximarnos a su valor utilizando la serie de Fibonacci: 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55… una serie infinita en la que la suma de dos números consecutivos siempre da como resultado el siguiente número. Cuando se divide un término de la serie por el anterior nos estamos aproximado al número phi. MÁS INFORMACIÓN noticia No Estas son las mejores ilusiones ópticas del año: legos que atraviesan paredes y cuadros que ‘cobran vida’ noticia No La explicación de lo que nos hace humanos se reduce a solo 80 genes El primero en llamarlo dorado fue Martin Ohm, un matemático alemán que vivió en el siglo XIX y que desarrolló la teoría exponencial con número complejos. Para finalizar una última curiosidad sobre este número: tanto si lo elevamos al cuadrado, como si le sumamos la unidad, el resultado final es el mismo: 2,618. SOBRE EL AUTOR pedro gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación