Las crónicas de la época describen a Neil Armstrong como un tipo serio y centrado. «Nunca lo vi nervioso», declaró en una entrevista su compañero, el astronauta Charles Duke. También se ha dicho que Buzz Aldrin, compañero de Armstrong en la primera visita humana a nuestro satélite, era una especie de ‘alter ego’ de éste: expansivo, carismático, extremadamente extrovertido. De Yuri Gagarin destacaban su extrema timidez; de Valentina Tereshkova su compromiso (aunque años después reveló un fuerte carácter que no pasó desapercibido); y de Pedro Duque su sobriedad y rectitud. De Pablo Álvarez llama la atención su eterna sonrisa, que delata una desbordante ilusión que también verbaliza: «Estoy muy, muy contento; es incluso mejor de lo que esperaba», enfatiza por videollamada con ABC desde su oficina de Colonia (Alemania), su nueva ciudad de residencia desde abril, ya que allí está el ‘cuartel general’ de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) para entrenar a sus astronautas. Cuenta que los alemanes Matthias Maurer y Alexander Gerst (quienes ya han estado en la ISS) han sido una suerte de ‘cicerones’ al comienzo de esta aventura. También están por allí el francés Thomas Pesquet y la italiana Samantha Cristoforetti , dos de los viajeros espaciales más experimentados de la agencia; y el compatriota de Cristoforetti, Luca Parmitano, quien se pasó a saludar a la nueva generación antes de viajar a EE.UU. para continuar su formación para su siguiente misión. «Siempre sueñas con conocer a un astronauta y ahora resulta que estoy rodeado de ellos», dice. Hay que recordarle que ahora forma parte de ese insigne grupo, después de que el pasado mes de noviembre fuera escogido como uno de los 6 candidatos a astronautas de carrera (más otros 11 suplentes, entre los que figura su compañera y paisana, la leonesa Sara García ) de entre más de 22.500 solicitudes presentadas. «Aún tengo que digerirlo», dice de forma humilde, claramente otra de sus cualidades. Solucionar contratiempos Continúa la conversación, ahora por vía telefónica después de experimentar algunos problemas con la conexión durante la entrevista telemática. La solución llega rápido, quizá porque esta es una de las cosas que está aprendiendo en Colonia: a saber reaccionar ante los contratiempos. Armstrong lo tuvo que hacer al observar que la zona de la Luna donde se iba a posar su nave era demasiado rocosa: tomó el control manual y dirigió el Águila como si fuese un helicóptero. También tuvieron que reaccionar los astronautas del casi trágico Apolo 13 al darse cuenta de que algo iba mal. Lo sufrió su propio compañero, Parmitano, durante una caminata espacial ordinaria en la que se enfrentó a un fallo en su traje que casi provoca que se ahogue. «Nos cuentan anécdotas, problemas que tuvieron y cómo los solucionaron», dice acerca de sus ‘hermanos mayores’, con los que ahora se codea y se le puede ver en sus redes sociales, desde donde cuenta su día a día. Ahí se le puede ver desde practicando suturas en medicina hasta sumergido en la piscina, para simular entornos sin gravedad. También tienen clases teóricas sobre materias como Biología o funcionamiento de la ISS, y en octubre tendrán un curso de supervivencia bajo el agua. «No me imaginé que el entrenamiento fuese tan variado -asegura-. Lo que más me gusta es que, por ejemplo, para enseñarte los efectos de la radiación, viene uno de los físicos más punteros de su campo y te lo explica. Y le ves que, aunque sea una eminencia, está totalmente involucrado e ilusionado en el proyecto, dando lo mejor de sí mismo. De verdad que no esperaba que fuera así». Por poner alguna ‘pega’ a su nuevo trabajo, dice que la parte más difícil es la de empezar de cero en un sitio diferente. Ha vivido en sitios tan dispares como Polonia o Reino Unido, y dice estar más o menos acostumbrado, aunque «como en casa en ningún sitio». Aún así, asegura que, de momento, ningún día le ha pesado que el despertador sonase a las 6.30 de la mañana. «Es intenso, es verdad», admite, aunque matiza que ha tenido algún puente que ha aprovechado para viajar a su León natal y estar con familia y amigos. «Pero es sostenible en el tiempo, no es una reclusión». Más le vale, porque el entrenamiento durará, como mínimo, un año. Al menos para el que sea el primero de la generación al que se le asigne una misión espacial (momento en el que dejarán atrás el título de ‘candidatos’ para ser astronautas espaciales), cosa que ocurrirá en 2026. «Deberíamos saber quién es dos años antes (en 2024) para que comience el entrenamiento específico, que se desarrolla en su mayor parte fuera de Europa», señala. Entre ellos hablan de lo que significaría ser el primero: «Hay muchos factores que pueden decidir que sea uno u otro, pero no hay una competitividad como la gente podría imaginar. Todos estaremos encantados con la elección y le ayudaremos en lo posible, porque va a estar estresado seguro», dice en tono de broma. «No me asusta, pero voy tomando conciencia» De cara a su primera misión, a Álvarez la parte que más le preocupa es el despegue y la reentrada, las partes más delicadas del viaje. «No me asusta, pero ahora vas tomando conciencia de lo que significa y de que se acerca». Subirse a un cohete no es tan seguro como ir en avión, de momento. Su primer viaje será a la ISS, donde normalmente cada seis meses rotan las tripulaciones. Y le veremos despegar no más tarde de 2030, ya que ese año significará el fin de la longeva y productiva estación, que desde el año 2000 ha sido el hogar de la humanidad más allá de nuestros dominios terrestres. No debemos ponernos tristes, ya que se aproximan años interesantes en la exploración espacial humana: ya ha despegado la nueva carrera a la Luna, en la que el objetivo es crear bases permanentes. De momento, el Programa Artemis, de la NASA, es el más adelantado, y Europa tiene tres asientos reservados por su participación directa. «No me importaría ser el primer español en pisar la Luna», dice Álvarez, que desde el principio de su nombramiento no ha ocultado que le ilusiona esta meta. Noticia Relacionada estandar Si Pablo Álvarez, el astronauta español: «No puedo esperar a vernos en una nave rumbo a la Luna» Rosalía Sánchez Lleva un mes de entrenamiento en Colonia (Alemania) junto con sus otros cuatro compañeros escogidos por la Agencia Espacial Europea (ESA) Una vez reconquistado nuestro satélite, la idea es pisar Marte. En teoría, en algún momento de la próxima década (según la NASA, aunque hay proyectos muy ambiciosos que proponen ir antes). «Sería un sueño poder ir, pero científica y tecnológicamente nos queda muy lejos todavía», señaló Álvarez en una entrevista previa, antes de marcharse a Colonia. «Quizá en la siguiente generación de astronautas, aunque ojalá me equivoque«, añadió con su siempre presente sonrisa. John Glenn, astronauta del Programa Mercury y del transbordador espacial, dijo que la cualidad más importante que debe tener un astronauta es la curiosidad. »Tienen que conseguir alcanzar un lugar donde nadie ha estado jamás«. Álvarez parece estar dispuesto.