Santiago Grisolía, el científico discípulo de Severo Ochoa que quiso ser marino

Por 04/08/2022 Portal

Tenía 99 años, pero estaba más que dispuesto a pasar por los 100, que cumpliría el próximo 6 de enero. Incluso envió una foto suya a Vicente Boluda , el presidente de la Fundación Valenciana de Estudios Avanzados -organismo que él mismo creó y de la que era secretario ‘sine die’- desde la cama del hospital, comentándole que se encontraba recuperado del Covid que le había llevado al ingreso hacía tres semanas, y que ya se estaba preparando para su próxima alta médica. Sin embargo, Santiago Grisolía , uno de los bioquímicos españoles más prolíficos y comprometidos con la ciencia de su país y de su comunidad, fallecía en la madrugada del 4 de agosto, tras un siglo menos cuatro meses dedicado en cuerpo y alma a su profesión. «Hay mil anécdotas con él. A pesar de su importante trayectoria científica, era una persona muy sencilla que prefería siempre mantenerse en segundo plano. Ha sido un privilegio conocerle y siempre le estaré agradecido por su forma de ser», explica el propio Boluda, al que la muerte de Grisolía ha pillado por sorpresa. «Él ha sido un gran impulsor de la ciencia no solo en la Comunidad Valenciana, sino en toda España. Es una gran pérdida». Vocación de marino de guerra Santiago Grisolía nacía en Valencia el Día de Reyes de 1923. Diez años después, su familia se trasladaba a Cuenca por el trabajo del padre, director del Banco Banesto, que les obligaba al cambio habitual de residencia. En la provincia castellanomanchega les sorprendía la Guerra Civil. Aún así, con 13 años, terminó el bachillerato con la idea de convertirse en marino de guerra. Su madre le quitó la idea, convenciéndole de que estudiara Medicina. Algo que le sirvió también para aportar su granito de arena durante la contienda, ejerciendo de ayudante del hospital de la FAI de Cuenca. Noticias Relacionadas Muere a los 99 años el bioquímico Santiago Grisolía S.S. castilla-la mancha Cuenca lamenta el fallecimiento de Santiago Grisolía, Hijo Adoptivo de la ciudad ABC Recién terminada la guerra, su familia se traslada a Madrid, donde él ingresa en la universidad. Dos años más tarde, vuelven a Valencia, donde acabará sus estudios con matrícula de honor. Allí, bajo la influencia del investigador José García Blanco , catedrático de Fisiología, empieza a sopesar viajar a Estados Unidos. Finalmente se embarca en 1945 en un navío que tardará un mes en llegar a la ‘tierra de las oportunidades’, pero en el que el torero Manolete , con quien coincide en el viaje, le hará mucho más ameno. No será la única personalidad a la que conozca durante su periplo norteamericano: se relacionó con Salvador Dalí , quien le regalaría un cuadro de la famosa doble hélice del ADN que mantenía colgado en su despacho; e incluso llegó a estrechar la mano del presidente Harry Truman, quien le dio la enhorabuena por la puesta en marcha del nuevo centro de investigación médica que dirigiría en Kansas.   Pero serán sus buenas relaciones con numerosos científicos internacionales las que le llevarían a impulsar, entre otros, un encuentro único de más de 200 investigadores que en 1988 se reunieron en Valencia para asentar las bases de lo que luego sería el ambicioso proyecto del mapa del genoma humano («el Santo Grial de la Humanidad», según calificaba él mismo), convirtiéndose en el presidente del Comité de Coordinación de la Unesco de dicho proyecto. Una trayectoria en ascenso Pero antes no pierde el tiempo. En enero del 46 empieza a colaborar con el profesor Severo Ochoa en los estudios sobre la enzima málica, si bien su relación se estrecha tanto que mantendrán su amistad hasta la muerte de este, en 1993. Posteriormente, pasó a la Universidad de Chicago donde inició el uso de los isótopos marcadores para el estudio de pautas metabólicas, con cuya técnica consiguió demostrar la fijación del dióxido de carbono en tejidos animales. Su trayectoria continúa en despegue: en su estancia en la Universidad de Winsconsin realiza una contribución decisiva al conocimiento del ciclo metabólico de la urea; en el 54 trabajó en la Universidad de Kansas como Profesor Asociado y Director del Instituto de Investigación Médica, una fundación privada, unida a la universidad. Allí será nombrado catedrático y realizará una labor admirable como maestro y como investigador sobre el ciclo de la urea, degradación de las bases pirimidínicas, glicolisis, etc, aislando las enzimas implicadas, aclarando reacciones y sentando nuevos criterios sobre la naturaleza de la acción enzimática. El ‘policía’ que vuelve a España En el 76 Grisolía regresa a España y se hace cargo de la Dirección del Instituto de Investigaciones Citológicas, fundado por la Caja de Ahorros de Valencia. A su vuelta, a la que se une su mentor, Severo Ochoa, se encuentran un país atrasado, y con una sociedad que piensa que su cargo de ‘investigador’ está más relacionado con la policía que con la ciencia, según él mismo relató en varias ocasiones. Es por ello que se centró en la divulgación -sin dejar de lado su faceta investigadora, con la que firmará más de 400 artículos científicos- y el impulso de la ciencia en España en general y en la Comunidad Valenciana en particular. Así, creó la Fundación Valenciana de Estudios Avanzados y la Fundación Premios Rey Jaime I, a las que estaría ligado el resto de su vida. También participó activamente en la Fundación Carmen y Severo Ochoa, «donde logró organizar en Valencia, con gran habilidad y eficacia, el Museo Severo Ochoa, un magnífico archivo de medallas, diplomas y sobre todo documentos y correspondencia que reflejan la trayectoria del Nobel asturiano y el impacto científico de su obra», recuerda para ABC César Nombela , presidente de la fundación. En 1990, «por su labor científica en el área de la Bioquímica en campos muy diversos, principalmente en la enzimología del metabolismo del nitrógeno relacionado con el ciclo de la urea y la degradación de las pirimidinas», recibió el Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica, galardón que se le otorgó por junto a Salvador Moncada . Pero ahí no acabó su carrera: se ha ido siendo miembro de la Academia Europea de Ciencias y Artes, presidente del Consejo Valenciano de Cultura, académico de honor de la Real Academia de Doctores de España, miembro fundador del Colegio Libre de Eméritos y Doctor Honoris Causa por las Universidades de Salamanca, Barcelona, València, Madrid, León, País Vasco, Siena, Florencia, Kansas, Las Palmas de Gran Canaria, Universidad Politécnica de Valencia, Universidad de Lisboa, Universidad Nacional de Educación a Distancia y de la Universidad de Castilla-La Mancha. Resumiendo, si es que eso es posible en una vida tan prolífica: casi todo un siglo dedicado a la ciencia.