Hace miles de millones de años, un planeta ‘rebelde’ dos veces mayor que la Tierra y que al final resultó expulsado del Sistema Solar ‘empujó’ hacia el exterior una gran cantidad de asteroides de todos los tamaños. Esa es la extraordinaria explicación con la que un equipo internacional de investigadores ha tratado de resolver el misterio de cómo algunos de los objetos más distantes del cinturón de Kuiper pudieron llegar hasta los confines del sistema solar primitivo, algo que ninguno de los modelos actuales es capaz de explicar. El cinturón de Kuiper es un gigantesco anillo de rocas heladas que se encuentra más allá de la órbita de Neptuno y que, principalmente, contiene tres ‘familias’ diferentes de objetos. A la primera pertenecen los llamados ‘objetos de dispersión’, que orbitan alrededor del Sol relativamente cerca de Neptuno, siguiendo los caminos que marca su poderosa gravedad. La segunda familia es la de los ‘objetos resonantes’, más lejos del Sol y que siguen órbitas muy particulares, también vinculadas a la órbita de Neptuno. Y la tercera es la de los ‘objetos dispersos’, que siguen órbitas más lejanas y que jamás se acercan al Sol más de lo que lo hace Neptuno. Durante mucho tiempo, los astrónomos han pensado que estos objetos dispersos, junto a los más alejados entre los resonantes, probablemente llegaron hasta allí cuando los planetas gigantes, con Júpiter a la cabeza, migraron hasta sus posiciones actuales hace más de 4.000 millones de años. Pero esa explicación no puede aplicarse a todos. «Júpiter y Saturno -explica Brett Gladman de la Universidad de Columbia Británica en Canadá y coautor de un estudio que ya puede consultarse en ArXiv – fueron muy eficientes a la hora de arrojarlo todo rápidamente hacia el sistema solar exterior. Pero la eficiencia de ese proceso no logra dar cuenta de suficientes de estos objetos con alto perihelio«. Para resolver la discrepancia, Gladman y sus colegas utilizaron un conjunto de simulaciones con las que estudiaron la posibilidad de que otro objeto, un planeta primordial con el doble de masa que la Tierra, fuera ‘lanzado’ hacia el sistema solar exterior desde el principio y ‘empujara’ a los asteroides distantes hasta sus órbitas actuales. Las simulaciones partieron con el planeta ya en el cinturón de Kuiper y siguieron mostrando cómo afectaría su presencia a otros objetos cercanos en la misma región. Para su sorpresa, los investigadores descubrieron que al introducir el nuevo planeta todo funcionaba perfectamente, y no solo a la hora de arrastrar gravitacionalmente los asteroides con él. En las simulaciones, en efecto, la mayoría de los objetos del cinturón de Kuiper no interactuaron directamente con el planeta. «Está sacudiendo sólo un poco las órbitas de todo en este área, y lanzando cosas dentro y fuera de las resonancias», dice Gladman. Nada que ver con el Planeta 9 El supuesto planeta, según el estudio, no está relacionado con el hipotético mundo gigantesco que muchos creen que podría residir en los confines del Sistema Solar, el famoso Planeta 9 , cuya órbita lo llevaría mucho más allá del cinturón de Kuiper. Pero si el nuevo planeta propuesto por los investigadores hubiera existido realmente, podría explicar a la perfección tanto el mecanismo por el que los objetos dispersos del cinturón pudieron llegar hasta tan lejos como la existencia de algunos especialmente grandes y con órbitas inesperadamente distantes. Después, el planeta se habría alejado tanto del Sol que ya no estaría sujeto por su gravedad y habría, por lo tanto, empezado a flotar libremente hacia el espacio interestelar, convirtiéndose en lo que los astrónomos llaman, un ‘ planeta errante ‘. Tras su marcha de nuestro sistema, las oscilaciones orbitales cesaron y los objetos que habían sido arrastrados lejos se ‘congelaron’ en la órbitas en las que hoy podemos verlos. MÁS INFORMACIÓN noticia Si Tranquilos, la Tierra está ‘bien escondida’ de posibles observadores extraterrestres noticia Si Descubren el agujero negro más cercano a la Tierra Por lo tanto, según el estudio, esos objetos varados en órbitas particularmente distantes del Sol simplemente «permanecen allí», sin necesidad de ningún otro objeto enorme que los perturbe y pueda explicar su lejanía.