Joanne Cameron, una mujer de 75 años que vive en Escocia, es una mutante feliz. Un cambio en la expresión del gen FAAH, productor de una enzima que procesa los endocannabinoides y hace que se absorban en el organismo, la mantiene en un estado de bienestar inusualmente constante. En el cuerpo de Cameron, los niveles de anandamida, una sustancia con efectos parecidos a los de la marihuana, son más elevados de lo normal porque permanece más tiempo intacta y sus niveles de ansiedad, estrés o dolor son mucho menores. “Esto me hace ridículamente feliz y es molesto estar conmigo. A la gente le gusta estar triste”, bromeaba hace unos años entrevistada por EL PAÍS. Su caso llegó en 2013 a los expertos en genética del dolor de University College London (UCL), cuando sus médicos se dieron cuenta de que no sentía dolor después de dos intervenciones serias en la cadera y la mano. Desde entonces, los investigadores han tratado de comprender qué hace a Cameron especial para ayudar a los millones de personas que viven con dolor crónico y ansiedad y solo cuentan con soluciones insuficientes o fármacos peligrosamente adictivos.