La ciencia ficción ha otorgado al Tiranosaurio rex un lugar icónico entre la imaginería colectiva: todos recordamos su aspecto feroz e incluso su rugido, sobre todo gracias a películas como las de la saga ‘Parque Jurásico’. Sin embargo, en los últimos años, la ciencia ha desmentido muchas de las creencias aceptadas y ha cuestionado otras tantas otras: desde el posible plumaje del T. rex a su lentitud caminando; pasando por su gusto por cazar en manadas, como los lobos, convirtiéndolo en un animal social; o el ‘eterno’ debate sobre si se trataba de todo un depredador o si, en realidad, era carroñero. Ahora, un nuevo estudio de la Universidad de Charleston (EE. UU.) viene a ‘dinamitar’ los cimientos mismos de la especie: sus autores afirman que en realidad no solo hubo un rey lagarto tirano (significado etimológico de
Tyrannosaurus rex
), sino que también hubo una reina (
T. regina
) e incluso un emperador (
T. imperator
). Los resultados se acaban de publicar en la revista ‘Evolutionary Biology’.
Los investigadores, liderados por liderado por Gregory Paul -investigador independiente, autor e ilustrador que trabaja en el ámbito de la paleontología- analizaron antiguos huesos y estructuras dentales de 37 especímenes. Los científicos ya habían reparado antes en las diferencias entre unos y otros, como la robustez de los fémures; sin embargo, estas diferencias se habían achacado a la edad o al sexo: más finos en hembras y ejemplares jóvenes; más gruesos para los machos y los tiranosaurios viejos. Pero los autores no estaban tan seguros.
Así, midieron la longitud y el diámetro de dichos restos y observaron que, efectivamente, los fémures variaban entre los especímenes, algunos con piezas más robustas y otros con fémures más ligeros. Observaron que existían diferencias notables, de hasta dos veces más de robustez entre algunos, lo que sugiere que no es una diferencia de sexos, sino que hay algo más. Además, encontraron fémures robustos en algunos especímenes juveniles de dos tercios del tamaño de un adulto y se encontraron fémures gráciles en algunos especímenes de tamaño adulto completo, lo que señala que tampoco tiene que ver con la edad.
Los dientes también contenían algunas pistas. Algunos tenían dos dientes incisivos delgados a cada lado del extremo frontal de la mandíbula, mientras que otros solo tenían uno. Aunque solo 12 de los especímenes estudiados tenían fémur y dientes presentes, este conjunto de datos, si bien es limitado, señala, según los autores, que un solo diente incisivo se correlaciona con huesos más gráciles.
Ni el sexo ni la edad. El tiempo
Pero si ni el sexo ni la edad tenían que ver con esta discrepancia, ¿cuál podría ser el condicionante? Los autores probaron con el tiempo, ajustando sus hallazgos a una línea temporal geológica. De los 37 especímenes estudiados, 29 fueron desenterrados en América del Norte en sedimentos que datan de hace entre 67,5 y 66 millones de años, apenas un par de millones antes de la extinción de los dinosaurios. Las capas de sedimentos claramente anilladas en este yacimiento fósil permitieron a los investigadores ordenar sus especímenes cronológicamente, señalando los más antiguos al estar enterrados en las capas más bajas.
Descubrieron que los fémures más ligeros estaban completamente ausentes de las capas inferiores. En cambio, los fémures en esta capa mostraron solo el grado normal de variación que se espera en cualquier población (una ligera diferencia entre hembras y machos; jóvenes y viejos). Los investigadores creen que en el momento en que se depositaron estas capas, solo una especie de tiranosaurio vagaba por la Tierra.
El primer fémur grácil hace su aparición en la capa media, seguido de cinco en la capa superior, «un claro aumento en la prevalencia a lo largo del tiempo», escriben. En estas capas más actuales, el nivel de variación en estos huesos ya no está dentro de los límites de las diferencias de población normales; es decir, ya no correspondería a diferencia de género o edad, sino que apunta a la aparición de distintas formas corporales o ‘morfotipos’. Es decir, a especies diferentes.
«Proponemos que los cambios en el fémur pueden haber evolucionado con el tiempo a partir de un ancestro común que mostró fémures más robustos para volverse más gráciles en especies posteriores», explica Paul. «Las diferencias en la robustez del fémur a través de las capas de sedimento pueden considerarse lo suficientemente distintas como para que los especímenes puedan considerarse especies separadas».
Tres nuevas especies, no dos
La diferencia notable entre el grosor de los fémures implicaría que se trta de dos especies diferentes. Pero, ¿por qué los autores han bautizado a tres? Aquí es donde entran en juego los restos dentales y los especímenes con uno o dos incisivos. Así, según los autores, el
Tyrannosaurus rex
se puede reconocer en los especímenes más recientes, al compararlo con el fenotipo establecido de este dinosaurio completamente documentado: fémures robustos y un solo incisivo.
Los investigadores proponen que el ‘pariente’ con el fémur más grácil que se encuentra en las mismas capas de sedimentos y también con un solo diente debería llamarse
Tyrannosaurus regina
, o la reina lagarto tirano. Y los especímenes más antiguos, con fémures más robustos e incisivos dobles sería el
Tyrannosaurus imperator
, ‘primo’ que conserva las catacterísticas de un ancestro tiranosáurido anterior.
La investigación no está exenta de polémica, ya que algunos colegas han apuntado que la muestra es muy reducida como para aventurarse a señalar tres especies distintas. De hecho, los propios autores reconocen que las variantes observadas podrían ser producto de diferencias individuales extremas -como en nuestra especie y las personas que presentan una altura fuera de la norma, por ejemplo-, o por un dimorfismo sexual atípico -es decir, que las diferencias entre hembras y machos en los T. rex fueran más acentuadas que las habituales-. Un nuevo misterio en torno a estos animales que, pese a que todos pensamos conocer, aún guardan muchos secretos.