La seta que ayudó a los nazis a combatir el espionaje aliado

Por 13/11/2020 Portal

Una de las setas comestibles más fáciles de distinguir es la Coprinus comatus, también conocida como el chipirón de monte, apagavelas, barbuda o sombrerillo. Se encuentra habitualmente en praderas baldías, campos y márgenes de caminos, su sombrero es de color blanco, tiene escamas marronáceas y su pie es largo y delgado, pudiéndose separar con enorme facilidad del sombrero.

El nombre del género Coprinus significa literalmente vivir del estiércol –del griego kopo, estiércol-, una denominación que le viene como anillo al dedo, ya que vive de la materia orgánica rica en nitrógeno.

Esta seta no es tóxica para los humanos, a menos que se consuma con alcohol debido a que, al igual que otros hongos del mismo género, produce una sustancia conocida como coprina -un derivado del aminoácido glutamina- que inhibe la enzima hepática encargada de metabolizar el alcohol.

Este efecto bioquímico conlleva un aumento de la concentración plasmática de acetaldehídos, los responsables del «efecto resaca», así como la aparición de palpitaciones, rash cutáneo, náuseas y vómitos. Constelación de síntomas que pueden aparecer cuando se ingiere conjuntamente alcohol y Coprinus comatus.

Una seta llena de bondades
En muchas miniaturas medievales se nos muestra la importancia de la tinta al representar al diablo tratando de robar este preciado trofeo. Durante este periodo de la historia se emplearon, básicamente, dos tipos de tinta negra, la obtenida a partir del carbón y la conseguida mediante agallas de roble y setas.

La barbuda era recogida por los monjes de los monasterios de toda Europa, se la dejaba almacenada durante un tiempo prudencial para que se llevase a cabo el proceso de autodigestión, según el cual la seta se convierte espontáneamente en una sopa de esporas de color negruzco.

Más adelante este líquido era refinado y empleado por los monjes para garabatear y dibujar en los scriptorium. Se puede decir que el Coprinus comatus permitió proteger gran parte de la sabiduría medieval gracias a su «caldo fagocítico».

Otro dato interesante es que a partir de los extractos de esta seta se obtienen ciertos compuestos químicos con actividad hipoglucémica, inmunomoduladora, hipolipemiante, antitumoral y antibacteriana. Una verdadera botica concentrada en apenas unos centímetros de seta.

Entre pasaportes y salvoconductos
Durante la Segunda Guerra Mundial la línea que separaba la vida de la muerte era muy delgada. Disponer de un documento o pasaporte que permitiera el libre movimiento por la Alemania nazi o la Francia ocupada era un lujo que no estaba al alcance de cualquiera y que evitaba la deportación a los campos de concentración.

Con estos mimbres es fácil adivinar el rol que desempeñaron los falsificadores de registros matrimoniales, partidas de nacimiento, pasaportes y salvoconductos durante la contienda. Uno de los más famosos y heroicos fue Adolfo Kaminsky, un miembro de la resistencia francesa que con su trabajo de orfebre consiguió salvar cientos de vidas humanas.

Lo que el falsificador de París no sabía es que el contraespionaje nazi contaba entre sus filas con un aliado de excepción, el Coprinus comatus. El servicio de inteligencia teutón descubrió, por serendipia, que con su tinta se podría verificar la autenticidad de los documentos alemanes.

El proceso que las autoridades llevaba a cabo era muy sencillo. A la tinta habitual que usaban para redactar pasaportes, salvoconductos, documentación clasificada… añadían la tintura obtenida a partir del Coprinus comatus. Si más adelante se quería verificar la autenticidad bastaba con analizar la escritura bajo un microscopio, si encontraban trazos de esporas la legitimidad era incuestionable, en caso contrario estaban ante una falsificación. De esta forma, el Coprinus comatus se convirtió en un involuntario germanófilo del Tercer Reich.

M. Jara

Pedro Gargantilla es médico internista del Hospital de El Escorial (Madrid) y autor de varios libros de divulgación.